Llegó la hora de bajar la ventana
de este kiosco de papel.
Me voy a caminar por las aceras.
Todo empezó con el “Kiosco Veraz”
de VTV. Luego pasó a las páginas
de Ciudad Caracas y Correo
del Orinoco. Dos libros salieron
de sus afanes: Cronicar no es pecado y
Cien veces Chávez en Cien
minicrónicas. Durante años, escribí
todos los días, incluidos domingos
y feriados, unas 100 palabras sobre
lo humano y lo divino, siempre ad
honorem, siempre por ese vicio
de teclear, borrar y teclear, horas
y horas. No habrá síndrome
de abstinencia escritural.
Publicaré mi columna semanal
en ÚN. Retomaré algún cuento
olvidado a mitad de sueño.
Hasta cumplir cabalmente
con el consejo liberador de Andrés
Eloy: «cuando renuncie a todo/
seré mi propio dueño»
El Kiosco de Earle: ¡Adiós, Kiosco!
