Nikki Haley pasó como una estrella fugaz por el firmamento de la política exterior de EEUU. No podía ser de otra manera para quien tiene apellido de cometa –Haley- , aunque haya perdido una “ele” en su trashumancia sideral. Otros analistas concluyen que la causa de su fugacidad no estuvo en su apellido, sino en la bandera que abrazó: meterse con Venezuela y sacar a Maduro, como lo juró frente a un tumultico ante la ONU con un vulgar megáfono en mano. El cometa que la nombra, se secó.