El kiosco de Earle: Elogio de la mortadela

Cuando Asalia le comunicó a un amigo que nos casaríamos,
este me observó y dijo: “Bueno, no será lomito, pero tampoco es mortadela”.
Nunca olvidé el refrancito. Las nutricionistas la execran y un candidato la quiso convertir en votos.
Esto es así desde las planchas de zinc adecas y  la leche rancia de la “Alianza para el Progreso”
con que  Kennedy  quería salvar América Latina  del comunismo.
Pero la mortadela también ha militado con la revolución.
Lo saben los viejos guerrilleros  y los huelguistas universitarios.
Cuando el hambre hincaba, aparecía una milagrosa bolsa de  pan con mortadela.
Ahora lo puedo decir: hasta las bellas camaradas de Nutrición y Dietética le entraban al condumio.
Después se confesaban con el padre Gazo en la parroquia universitaria.

earlejh@hotmail.com
Caracas