Inglaterra acaba de descubrir lo que ya sabían los neandertales: que los animales sienten.
Sus científicos concluyeron que esa langosta que le muestran en el restaurant 5 estrellas antes de introducirla viva en el caldero, es una criatura sintiente.
Esta rara palabra bordea la divina redundancia de Rubén Darío al declararse “sentimental, sensible y sensitivo”.
El certificado de sensibilidad de la langosta es extensivo a pulpos y cangrejos, lo que los hace sujeto de la ley de protección de los animales (ya sabes, Tarek). Pero quienes bombardean por igual a niños palestinos, iraquíes, libios o sirios no harán mucho caso a sus científicos. Maltratar animales será otro “daño colateral”.