El verbo liberador de Óscar Arnulfo Romero sigue vigente a cien años de su natalicio

Defendía los derechos de los sectores más desfavorecidos, los pobres, las comunidades indígenas que en su natal El Salvador eran desplazadas de sus hogares, sin posibilidades de trabajar la tierra, víctimas de la muerte y la miseria. Así era el monseñor Óscar Arnulfo Romero, un sacerdote católico, hombre del pueblo que con su hacer se opuso a la educación conservadora que recibió desde niño para dar en la adultez un discurso liberador, en favor de la vida y la justicia, que hoy es interpretado por el pueblo salvadoreño como uno de sus más grandes legados.

El pasado 15 de agosto se conmemoraron los primeros cien años del natalicio de Óscar Arnulfo Romero, un evento por el que el Estado venezolano ha celebrado y celebrará hasta la próxima semana diferentes actividades en espacios como el Panteón Nacional, el Teatro Teresa Carreño, y las comunidades de la ciudad capital.

En entrevista con la Agencia Venezolana de Noticias, el embajador de El Salvador en Venezuela, Domingo Santacruz, recordó al Beato Óscar Romero (también conocido en América Latina como el Siervo de Dios o San Romero de América) como un gran líder que vivió y padeció los efectos de la dictadura militar cafetalera, que afectó a su país en las primeras tres décadas del siglo XX, evento que desencadenó acciones de persecución y asesinato que acabaron con la vida de miles de hombres, mujeres y niños, y más tarde con su propia vida, cuando en 1980 fuera vilmente asesinado mientras dirigía una misa en la capilla del Hospital Divina Providencia, en su país.

«Él surgió en un momento de profunda crisis» —comentó el embajador—. «Él sufrió al ver cómo la gente era discriminada por su condición, víctima del capitalismo y de la iglesia vinculada al poder económico y político. Él, con su pensamiento liberador, salió al paso de todo eso y se abocó permanentemente por desarrollar el pensamiento, por sembrar conciencia y estimular a un pueblo que ahora se organiza por sus derechos y jamás por el fascismo o la oligarquía».

Para el embajador, el mensaje de Arnulfo Romero ha calado más en el pueblo que en la iglesia misma, y prueba de ello es el ánimo y la decisión que en la actualidad los salvadoreños mantienen por alcanzar una transformación social verdadera, similar a la que viven países como Cuba, Venezuela y Ecuador, del lado de la revolución.

«Son los proyectos revolucionarios y populares los que sí están basados en el pueblo y su interés por salir adelante. La oligarquía y el fascismo jamás tendrán algo similar», agregó Santacruz, al tiempo que ratificó a Arnulfo Romero como «una figura que dejó de ser un líder tradicional, de la iglesia, para convertirse en un verdadero líder espiritual».

Las actividades que el Estado venezolano ha desarrollado para conmemorar los cien años de su natalicio han sido varias: el pasado 15 de agosto se desarrolló una ofrenda floral en el Panteón Nacional, seguido de una misa en la Iglesia San Francisco comandada por el padre Numa Molina. Para este viernes 18, a las cuatro de la tarde, se prevé el desarrollo de un conversatorio en la Casa de la Cultura Simón Rodríguez, espacio ubicado en el sector Manicomio, en Catia, actividad que será dirigida por la misma comunidad.

La semana próxima se proyectará en las comunidades de la ciudad, bajo la modalidad de cine-club, el documental Romero, obra del director John Duigan producida en Estados Unidos y estrenada en 1989. La entrada será libre.

Las luchas de Arnulfo Romero y su interés constante por motivar la educación del pueblo como vía certera para su libertad, hacen recordar las palabras del comandante Hugo Chávez cuando expresó que la cultura «activa la conciencia de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. La cultura levanta a un pueblo».

Fuente/AVN