La alegría era la bandera que enarbolaba cuando joven en la tierra zuliana. Disciplinado, estudioso, con una profunda sensibilidad social, su trabajo de masas estaba siempre dirigido a ayudar a los sectores menos favorecidos del Zulia.
Elio Carrasquero trabajó de manera insistente por los pobres y la clase obrera. Todos recordamos las acciones grandes que estos muchachos del liceo, de la Técnica y de los barrios de la ciudad petrolera, llevaron a cabo contra los gobernantes, la policía, las compañías petroleras.
Todas estas acciones están ligadas, de una u otra forma, al nombre de este revolucionario ejemplar. Elio Carrasquero fue miembro del Comité Regional de la Juventud Comunista del Zulia y, cuando en 1963 se organizaba el Frente Guerrillero de Oriente del país, Manuel Ponte Rodríguez, pidió ser trasladado a ese sitio.
Se encargó del trabajo logístico y de organizar los centros clandestinos de las ciudades cercanas. Cuando estaba en lo más duro de su labor y había bajado recientemente de la montaña, le acometió una fiebre persistente que, complicada con el descuido y una inyección mal puesta, le llevó rápidamente a la tumba.
La falta de atención médica y su elevado estado de gravedad, dieron al traste con su impetuoso deseo de liberación del pueblo venezolano. Una lucha que tomó cuerpo en 1959, cuando los sueños del pueblo fueron escamoteados por el Pacto de Punto Fijo.
Los ideales de Carrasquero, como el de tantos combatientes desconocidos, eran los del pueblo: tener un país libre de opresión y control extranjero. Hoy, siguen vigentes, hablan de un futuro no muy lejano, representan los más altos ideales de los pioneros de la revolución que dieron su vida por la transformación de la sociedad. Sus voces no se han perdido, siguen levantando su grito de rebeldía ante las injusticias que reinaban en esos momentos en nuestro país.