Por Walter Ortiz|Empastelados (Opinión)

Resultaba bastante sencillo, desde el punto de vista procedimental y hasta analítico, observar que el proceso de normalización de las “relaciones institucionales” entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo pasaba fundamentalmente por la acción de acatamiento del segundo a las decisiones del Tribunal Supremo de Justicia (la mayoría de las mismas ineludibles en razón de su rol defensor de la vigencia jurídica de la Carta Magna venezolana).

Cualquiera con dos dedos de frente, viendo encuestas y preocupaciones de los venezolanos, bien alejadas de conflictos de poderes o un poder en guerra contra los demás, o de elecciones inventadas en la cabeza de fanáticos que se acomodan la Constitución “a la medida” como si esta fuese un traje de etiqueta; pero con preocupaciones bien cercanas a la economía, la seguridad, una cotidianidad afectada por la crisis económica y el asedio contra una República por el empecinamiento de derrocar a su Presidente electo democráticamente y un llamado casi unánime al diálogo nacional podría pensar que la actitud opositora al menos rayaría en la sensatez.

Pues nada que ver. La oposición decidió sumar un error mas a su estrategia de 20 mil caminos para derrocar al presidente Nicolás Maduro (todos inservibles e inaplicables por inconstitucionales o por errores internos que pretenden endilgar a la Revolución Bolivariana), sin medir siquiera la frustración que generan en sus propios seguidores así como el desangramiento de una inobjetable e importante victoria el 6-D, con la cual se hicieron ni mas ni menos que con la Asamblea Nacional (AN).

La razón puede ser diversa, pero lo cierto es que ante el país la oposición empieza a diluirse en una agenda política que cada vez importa menos a los ciudadanos, empeñados en la resolución de sus problemas mas sentidos; cuestión que por cierto ha contado con una agenda desde el Gobierno Nacional de ofensiva total con varias medidas tendentes a dar con soluciones estructurales a la crisis actual, en gran parte prefabricada desde los tanques de pensamiento de Washington, en el contexto del plan cada vez mas evidente de recolonización de América Latina.

La oposición tiene tremendos problemas entre su unidad interna, sus estrategias y tácticas, que mas se dejan ver como acciones individuales por la silla de Miraflores, o por las sillas de las gobernaciones, y una agenda ante el país que nadie ve, posiblemente por el hecho de que las políticas que contiene son impresentables ante el conjunto de los venezolanos que ya observan con claridad las “maravillas” de gobiernos en Argentina y en Brasil.

Tales acciones, si se suman planificaciones violentas, afortunadamente sofocadas en las primeras acciones del Comando Antigolpe, lo que terminan es por aislar a la derecha como opción siquiera confiable de poder. ¡Vaya detalle!

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Caracas