En Brasil la élite muerde

DE TROVA Y PROSA

POR: FREDDY FERNÁNDEZ

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Como aquell cuento de quien roba y grita “al ladrón, al ladrón”, así es la historia descarada que protagoniza hoy la institucionalidad de Brasil.

Muy fácil es percatarse de que el delito de Lula consiste en haber sido un presidente distinto, en no ser un corrupto. Sobre su ejemplo se ha colocado todo el peso de unas normativas y prácticas legales diseñadas para perpetuar el poder de una élite corrupta. Quienes le han puesto en la cárcel son todos probados corruptos. Ni uno solo puede exhibir una pizca de honestidad.

La determinación de Lula de mantenerse fiel a las luchas de los trabajadores de su país y de toda América Latina y el Caribe es lo que quieren castigar los miembros de la impresentable élite de poder de Brasil.

Es tan evidente este hecho que el juez Sergio Moro no ha dudado en violentar las leyes que dice representar. No les alcanzó con el golpe de Estado perpetrado contra Dilma para retener el poder en manos de la corrupción, les parece ahora necesario impedir que Lula sea candidato a la Presidencia.

El mensaje para el movimiento popular brasilero parece evidente. Cambiar Brasil e impedir que la corrupción vuelva a imponer su voluntad, va a requerir algo más que ganar unas elecciones. Salvaguardar la democracia brasilera demanda una profunda transformación de su sistema legal y de sus instituciones.

La tesis de que el Estado no es más que maquinaria que utiliza una clase social para perpetuarse en el poder puede parecer vieja pero, como lo demuestra hoy Brasil, sigue siendo la más sencilla y esclarecedora definición de Estado.

Aquí al lado, en la República Bolivariana de Venezuela, podemos comprobar la pertinencia de Chávez al proponer 1998 una constituyente como vía necesaria para emprender los cambios que requería nuestro país.

Nuestra Revolución ha sido capaz de soportar los ataques de las fuerzas de derecha, manejadas desde Washington, gracias a la existencia de una normativa legal y una institucionalidad que da vida a la democracia participativa y protagónica y prefigura ejercicios de poder popular mucho más profundos, como el poder comunal.

Es mentira que nuestro continente se encuentre al final de un período de gobiernos de izquierda. Por el contrario, Brasil prueba que una élite herida de muerte trata agónicamente de morder para salvarse, frente a un movimiento popular que se dispone a gobernar, para luego hacerse mucho más sabio.

@filoyborde
Caracas