En Canoabo las parrandas son un sello de tradición y distinción navideña

Embajadores de Canoabo

Pocos pueblos en Venezuela tienen tantas parrandas en relación con el número de habitantes como esta localidad del municipio Bejuma, ubicada en los valles alto de Carabobo. El 25, se amanece en la plaza hasta el 26 al ritmo de aguinaldos y disfrutando con los Embajadores de Canoabo y Los Cardenales

_________________________________________________________________

El Gran Parrandón, que se celebra en Canoabo cada 25 de diciembre, cumple 30 años en 2020. Se trata de una fecha significativa que no dejarán pasar por alto, a pesar de las restricciones que impone la pandemia de Covid-19. Ese día, como en años anteriores, se presentarán todas las agrupaciones locales, unas diez u once, que colocan a este pueblo de los Valles Altos de Carabobo y del municipio Bejuma como el de mayor cantidad de parrandas por habitantes, según sustenta, entre otros, Juan González, uno de los sobrevivientes fundadores de Embajadores de Canoabo, grupo que, junto a Los Cardenales de Canoabo, aparece como de los más antiguos y representativos de la tradición navideña.

Canoabo, rodeado de un collar montañoso en forma de herradura, asentado al fondo de lo que fue un lago prehistórico, tiene unos 4.000 habitantes, de allí que sea el pueblo con más parranderos por habitantes en el estado Carabobo , aunque para Juan González faltaría establecer si se puede extender esa apreciación a todo el país.

Emilio Torrealba, quien preside Funda Canoabo, institución que organiza el festival de parrandas y otras actividades vinculadas a la temporada navideña, así como a las tradiciones populares o eventos de carácter ecológico y conservacionista, ha propuesto a la cámara del municipio Bejuma que Canoabo sea declarado Cuna del Parrandero.

El parrandón del 25 de diciembre se extiende hasta el amanecer del 26. Por el escenario de la plaza Bolívar desfilan, además de los grupos locales, otras parrandas provenientes de Bejuma, Chirgua, Montalbán. Chirgua y Canoabo, junto a Bejuma, la capital, son parroquias del municipio Bejuma.

La música navideña suena otra vez el 1 de enero con otro parrandón que recibe al Año Nuevo.

Juan González, quien toca la charrasca, además de compositor y subdirector o secretario de los embajadores de Canoabo, es hijo de Otilio Ochoa, el director. Ambos, junto a Carlos Páez, el furruquero, son los que permanecen activos del grupo inicial, fundado en 1994 con doce músicos. González ha compuesto más de 140 canciones para los Embajadores de Canoabo. En estos 24 años han grabado 22 discos.

La música navideña de los Embajadores de Canoabo, con algunas composiciones aliñadas con humor, ha sido llevada al Distrito Capital, a Portuguesa, Aragua, Apure, Cojedes. En Caracas se han presentado en la rectoría de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez. En Canoabo funciona un núcleo de esta casa de estudios.

“Para este año vamos a ver qué es lo que pasa”, dice González. “Nosotros participamos en un proyecto de video parranda promovido por Funda Canoabo. Cada agrupación grabó un tema. Para nuestro disco navideño de este año incluimos unos seis temas. Para nosotros es primordial no dejar que caigan la tradición y la querencia de la música decembrina, que trae alegría, paz. Diciembre es para honrar al Niño Jesús. Y nos aprestamos a participar en el festival del 25 de diciembre, que va para 30 años de fundado. También visitamos los caseríos. Vamos a Canoabito, La Seca, Los Naranjos, La Sabana. Para mí Canoabo es la cuna de los parranderos. Es un pueblo pequeño y tiene casi once agrupaciones: Cardenales de Canoabo, Selección Canoabito, Caminantes de Canoabo, Parranda Renovación, Los Tropicales, Los Vegueros, Turpiales de Agua Clara, Son Juvenil, Son y Gaita”, dice.

González explica que la parranda de Canoabo se diferencia de otras regiones por el golpe del tambor. “Nosotros tocamos con lo que se llama tambor central. Las agrupaciones más antiguas son los Cardenales, los Caminante y los Embajadores. En las visitas a las casas, a las mujeres se les dedican versos improvisados. Si alguna se llama Carmen, esta vestida de blanco y tiene un lacito en la cabeza, se le puede cantar: oye muchacha Carmen/ vestida de limpio blanco/ por ese lacito tan bello/ yo te ofrezco mi canto”, señala.

Rosanry González, hija de Juan González, es una entusiasta seguidora de las parrandas desde que estaba pequeña y se pegaba al brazo del padre, con las otras hermanas, para que la llevara a los recorridos. Durante cuatro años estuvo en el coro de la iglesia en las misas de aguinaldo y en las misas dominicales. También ha participado en grabaciones con mensajes de buenas nuevas, con contenidos de aliento y temas musicales.

“Me gusta la parranda. Eso se lleva en la sangre, toda la familia es parrandera. Yo no puedo escuchar el violín que interpreta mi abuelo, Otilio Ochoa. Para donde va mi padre, voy allá. Sigo no solamente a los Embajadores. Incluso celebro mi cumpleaños el 5 de enero con un festival de parrandas, al que asisten todos los grupos. La gente viene a disfrutar. La temporada navideña casi se cierra con mi cumpleaños. Cierran la calle. Celebramos todos juntos el sarao. Soy canoabera nata, de 23 años. A Canoabo se le conoce como el rincón cordial de Venezuela, por sus tradiciones y costumbres, sus tallistas, sus pintores, las parrandas, sus danzas. Eso embellece a un pueblo. Diciembre es mi mes favorito, las hallacas, las comidas. Salir. El dulce de lechosa. Soy amante del guiso con una torta de casabe”, dice la muchacha.

Cardenales de Canoabo

Cardenales de Canoabo

Cardenales de Canoabo, otra de las agrupaciones insignias del pueblo y que le da buen renombre, se inició a finales de 1978 entonando sus golpes o tonadas improvisadas, visitando las casas y recorriendo las calles.

De acuerdo a un recuento o reseña entregada por Karla Ibarra al Correo del Orinoco, en poco tiempo la agrupación se alzó con el primer puesto de un festival auspiciado por la Universidad Simón Rodríguez, núcleo Canoabo. Allí comienza su travesía, de la mano de esa casa de estudios, y participando en eventos musicales y pesebres vivientes.

Entre los fundadores figuran los hermanos Meleán, León, España, Moyetones, Vicente León, Wilfredo Páez, entre otros. Actualmente la integran Sergio Meleán, Iván Meleán, Johan Terán, José Sequera, Eduard Flores, Florencio Lara, Manuel Báñez (padre e hijo), Alirio Estrada, Félix Sequera, Oscar Meleán, Arnaldo Páez y Jesús Castillo.

Para dicha y orgullo del grupo, entre sus integrantes estuvo como guía musical, en el bandolín y la bandola el maestro René Henríquez, destacado músico de toda la región carabobeña, desaparecido hace tres años.

“En su larga trayectoria”, acota la reseña, “ha recorrido muchas regiones del país en apoyo al folclor decembrino; así, han llegado hasta la región oriental, región llanera y central. A nivel internacional, participaron en un encuentro folclórico en Trinidad y Tobago. Los escenarios han sino muy diversos: plazas, calles, clubes, iglesias, sitios históricos, bulevares. Han compartido tarima con Guaco, Francisco Pacheco, grupo Vera, Tambores de San Millán, Makuaya, Pastor López y las mejores parrandas del país.

Parranda infantil

Como grupo cumplió 39 años de labor. Entre su historial figura haber sido declarada Patrimonio Cultural del municipio, ha producido 18 trabajos discográficos. Entre sus éxitos están “Nuestros abuelos”, “El silbadito”, “Navidad venezolana”, “l ingrediente”, “El m”anarito, “Sabor oriental”, “Venimos de un pueblo”, “Golpe enamorado”, “A los Valles Altos”, entre otros.

“La disciplina y el sentir por nuestras tradiciones han sido la clave para el éxito y la vigencia de la agrupación Cardenales de Canoabo. A través de los años se ha mantenido arraigada en los corazones de niños, jóvenes y abuelitos, porque siempre ha sido una parranda con un golpe tradicional”, indica la nota.

La “hallaquera”

Gregorio Palencia, considerado uno de los mejores pintores de Canoabo y en cuyo currículo figura el haber expuesto en la Galería de Arte Nacional, recuerda que en el sector del Escondido, donde pasó su niñez, había unas parrandas que llamaban “las hallaqueras”. Eran varias. Salían de los campos en los días cercanos al 24. Escondido está metido al otro lado de la montaña. Pertenece al estado Yaracuy, sin embargo tenía mucho contacto con Canoabo.

“En Escondido una hallaquera la comandaba Eugenio Sequera. Esa se juntaba nada más para el primer día de Nochebuena. Cantaban el segundo y tercer día. En Año Nuevo no cantaban, sino en Reyes, los Tres Reyes: el blanco, el moreno y el negro, cada uno su día. En la Navidad, en Nochebuena, se ponían varias ollas y bateas de hallacas, ya que eran cuatro kilos de maíz, que se preparaban. El 23 la familia se dedicaba a hacer las hallacas, esa noche llegaba la primera parranda. Uno la veía desde lejos. Escuchaba los primeros tambores. Llegaban de noche o de madrugada a la casa. Uno la esperaba. Llegaban uno o dos parrandas esa noche al vecindario”, rememora Palencia.

Los músicos iniciaban con el toque al son del cuatro, en un tono, parecido al de los velorios, dedicado, al Niños Jesús, a María. Luego los versos a la familia. Cantaban, paraban, se hacía un brindis y luego la despedida. A veces se quedaban en la casa. Había comida.

Rosa González y su padre Juan González

“En esa Navidad llegaban a veces unas siete parrandas de los caseríos cercanos. Eso era lo que se hacía en Navidad. Se mataba una res y la vendían a los vecinos para las hallacas. Escondido no tenía iglesia, por eso no se hacían misas de gallos.

Carmen Flores, canoabera, detalla que los parrandones se armaban en la propia casa con grupos de músicos que se unían.

“Vivíamos en nuestra casita, allá por Capa. Era bonito. Cantaban bello. Uno se paraba a atenderlos. Les cantaban a la familia, a la gente. Les dábamos hallacas, dulces. Se formaban espontáneamente. Decían vamos pa’ que Félix, mi papá. Era emocionante porque uno escuchaba las parrandas que venían desde lejos. Tocaban solamente los días de Navidad”, dice doña Flores.

Rafael Romero, un cultor de Canoabo, pintor ingenuo, tallista, ha dicho en crónicas anteriores que Canaobo, tierra natal del poeta Vicente Gerbasi, es un pueblo en donde la Navidad se celebra con todo el fervor de los tiempos antiguos. El caserío se llena de luces, en especial “la calle de la Navidad que baja de la plaza. Abundan las parrandas que todavía van de casa en casa. El 28 de diciembre, Día de los Inocentes, salé la parvada de locos, y se juega el toro en candela, que es un armazón con un hombre adentro y cachos de estopa ardiendo. Lo van bailando por las calles y embiste a los muchachos”.

Los tallistas de Canoabito, reconocidos por sus preciosas tallas y nacimientos, constituyen otro orgullo del pueblo. Sus piezas son muy apreciadas dentro y fuera de Carabobo.

T / Manuel Abrizo
F/ Cortesía
Canoabo