«En el Sáhara Occidental hay una guerra pura y dura; y si no es cierto, que la ONU lo diga»

Hace un mes, en el Sáhara Occidental, las fuerzas militares marroquíes disolvieron una manifestación de ciudadanos saharahuis que bloqueaba el llamado ‘paso de Guerguerat’, en una acción que propició que el Frente Polisario [movimiento de liberación nacional del Sáhara Occidental] les acusara de violar el alto el fuego alcanzado en la zona en 1991, y declarara que había llegado el momento de «reanudar la lucha armada» contra Marruecos, a quien consideran invasor ilegal de su territorio desde hace 45 años.

Se intensificaba así un conflicto que llevaba ya algunos años en estado latente, atascado por el nudo de intereses internacionales que existe en esta zona rica en minerales y pesca, y enquistado en la inoperancia de la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sáhara Occidental (MINURSO) a la hora de llevar a cabo el plebiscito de autodeterminación del pueblo saharahui que las propias resoluciones de la ONU defienden como vía para poner fin a la disputa.

Desde el Frente Polisario denunciaron que el operativo marroquí en Guerguerat «socavó seriamente no solo el alto el fuego y los acuerdos militares relacionados, sino también cualquier posibilidad de alcanzar una solución pacífica y duradera para la cuestión de descolonización del Sáhara Occidental», en palabras del líder del movimiento, Brahim Ghali.

¿Una guerra silenciada?

Abdullah Al Arabi, delegado del Frente Polisario en España, ve en este episodio de Guerguerat «el detonante que ha hecho que ahora mismo haya en el Sáhara Occidental una guerra pura y dura».

Para este representante, «quedó claro que el alto el fuego se ha roto» y que la MINURSO ya no tiene ningún papel sobre el terreno, ya que su cometido era realizar un referéndum de autodeterminación y 29 años después no ha sido capaz de hacerlo».

Al Arabi también carga contra el silencio de Marruecos en lo que respecta a este conflicto que, a su juicio, ha alcanzado plenamente un carácter bélico: «Marruecos está intentando negar que hay una guerra», asegura el delegado saharahui, y desafía a este respecto a los observadores internacionales: «La MINURSO sigue desplegada en el territorio, tanto en la parte ocupada por Marruecos como en la parte liberada que controla el Frente Polisario y forma parte del Estado saharaui –recuerda el portavoz del Polisario–, así que si no es cierto que hay una guerra, que la MINURSO lo diga, y si es cierto, que lo diga también».

Al Arabi denuncia que este organismo, «lejos de asumir su papel y elaborar un informe para trasladar a la situación real a la ONU y a la comunidad internacional en general, lo que hace es ocultarla».

«Y Marruecos –concluye– no quiere que se hable de la guerra porque todavía intenta conseguir apoyos que garanticen su soberanía sobre un territorio que está ocupando mediante la fuerza y de manera ilegal».

Por su parte, el Frente Polisario sí se esfuerza en informar sobre sus enfrentamientos militares contra Marruecos, elaborando partes de guerra que se difunden a través de la agencia de noticias oficial de la la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), ‘Sahara Press Service’ (SPS).

La importancia del paso de Guerguerat y su historia

Es importante explicar que el llamado paso de Guerguerat no es un simple paso fronterizo al uso que fuese bloqueado caprichosamente por civiles saharahuis hace un mes, sino una carretera construida por Marruecos en una zona catalogada por el ‘Acuerdo Militar nº1’ suscrito en 1997 bajo la supervisión de la ONU, como «zona de amortiguación» del conflicto.

Cuando se firmó del mencionado acuerdo no existía ningún paso a través de esta zona de amortiguación, y su apertura, aunque fuese para actividades civiles como el tráfico de mercancías o de personas, tampoco se contemplaba en el texto. Es más: fue la propia MINURSO la que denunció en 2001 la actividad de Marruecos en la zona, advirtiendo que la construcción de una carretera en ese lugar era susceptible de constituir «violaciones del acuerdo de alto el fuego».

En 2016 Marruecos persistió en la construcción del paso de Guerguerat y se decidió a asfaltar la carretera. «El Frente Polisario, con sus ejércitos, intentó impedirlo, y la ONU intervino», explica Al Arabi. «Nos pidió que nos retiráramos para evitar una escalada de tensión en la zona, y accedimos con la condición de que la ONU enviaría una comisión técnica para analizar la situación, cosa que aún no han hecho», señala.

Entretanto, Marruecos aprovechó para culminar el asfaltado de la carretera, que ya es ‘de facto’ el supuesto «paso fronterizo» que nunca contó con el beneplácito de la comunidad internacional, pero es el que muchos medios de comunicación y no pocas autoridades públicas internacionales mencionan normalmente a la hora de explicar el origen del conflicto del pasado 13 de noviembre.

El apoyo de EEUU como agravante de la situación

Desde entonces, el Frente Polisario se considera inmerso en una guerra con Marruecos, mientras el Reino Alauita lo niega, o al menos no da ninguna señal de reconocerlo.

Es en este contexto cuando, apenas un mes mas tarde del incidente de Guerguerat, Donald Trump reconoce la supuesta soberanía de Marruecos sobre el territorio del Sáhara Occidental, algo que ningún otro país había hecho abiertamente hasta la fecha. A cambio, exigió a Rabat el completo restablecimiento de sus relaciones diplomáticas con Israel.

Así, el pronunciamiento de EEUU puede entenderse, en clave geopolítica, como el punto en el que se dan la mano dos estrategias a escala global que, por lo demás, tienen intereses netamente diferentes: por un lado, el proselitismo diplomático que la Casa Blanca practica hacia Israel, que ya ha propiciado que los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y por último Marruecos hayan normalizado sus relaciones con este país; y por otro, la campaña internacional con la que Marruecos trata de sumar apoyos a su pretendida soberanía sobre el Sáhara Occidental.

Para Abdullah Al Arabi, el pronunciamiento de Trump «forma parte de una campaña orquestada por Marruecos desde hace muchos años, en especial durante los últimos siete u ocho, que consiste en intentar imponer el reconocimiento de su soberanía sobre el territorio saharahui».

«Marruecos –continúa Al Arabi– no tienen ningún interés en que se celebre el referéndum de autodeterminación, ni en que se alcance una solución política: lo que quiere es imponer el hecho consumado, y para ello necesita el reconocimiento de alguna potencia».

No obstante, admite que este apoyo en particular les ha sorprendido. Después de todo, ningún país se había desmarcado antes de la resolución oficial de la ONU, que define al Sáhara Occidental como un territorio no autónomo pendiente de un proceso de descolonización.

«No nos imaginábamos que un país como EEUU pudiera pronunciarse en contra de algo tan elemental, tan claro y tan nítido como esa cuestión, que figura en la agenda de la ONU desde 1960, 15 años antes de la ocupación ilegal del territorio», dice el representante saharahui, en referencia a la invasión militar que Marruecos llevó a cabo en 1975, conocida como la ‘Marcha Verde’.

Para el delegado del Polisario, la decisión de Washington «es totalmente errónea y no concuerda con el Derecho Internacional», y además contribuye a «elevar la tensión en la región del norte de África» y a «alejar la perspectiva de cualquier solución».

«Un regalo envenenado»

Mientras Marruecos celebra el apoyo de la Casa Blanca como un triunfo diplomático sin precedentes, desde el Frente Polisario hacen una lectura política distinta. Al Arabi explica que «lo que ha provocado esta decisión del presidente saliente de los EEUU es que se haga público algo que siempre ha existido en realidad, que son las relaciones diplomáticas entre Marruecos e Israel».

«Ahora les han obligado a hacerlas públicas a cambio de este regalo, que es un regalo envenenado –continúa el delegado del Frente Polisario–, porque a nivel interno no va a ser fácil gestionarlo; a nivel de la opinión pública árabe tampoco va a ser fácil gestionarlo; y a nivel de los apoyos de la causa palestina en Marruecos va a generar también muchos quebraderos de cabeza». «No hay que olvidar que el rey Mohammed VI de Marruecos presume de presidir el Comité de Al Quds, encargado de solucionar la cuestión palestina», recuerda Al Arabi.

Para este representante «Marruecos ha apostado por buscar un impacto mediático de gran calibre», pero considera que las consecuencias de este movimiento internacional «van a ser desastrosas tanto para Marruecos como para la zona del norte de África y para los intereses económicos de Europa, fundamentalmente los de Francia y España».

Con respecto a este último país, Al Arabi reconoce que «es preocupante y decepcionante, sinceramente, la postura de todos sus gobiernos a lo largo de los últimos 45 años, en especial en los últimos siete u ocho» con respecto a la cuestión de la independencia del Sáhara Occidental.

«Han sido años –continúa– en los que Marruecos ha diseñado una estrategia basada en el chantaje y la manipulación en sus relaciones con España, un país que ya no es capaz de defender el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui a nivel de los organismos internacionales».

El Sáhara Occidental fue considerado una provincia española en África desde 1958 a 1976, momento en el que España abandona el proceso de descolonización que había iniciado unos años antes, tras la mencionada Marcha Verde marroquí. Ese abandono por parte de España siempre quedó en la memoria colectiva del pueblo saharahui como una especie de traición. España, a pesar de todo, sigue siendo oficialmente la «potencia administradora» del territorio del Sáhara Occidental, según consta en los documentos vigentes de la ONU al respecto.

F/RT (David Romero)
F/AFP