En las calles continúan las quejas por los abusos de los comerciantes

En las áreas donde los precios no se han acordado, como en las panaderías, se producen alzas diarias sin justificación creíble. Los zapatos son artículos de lujo
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En una larga cola para comprar pan en horas del mediodía en una panadería de Candelaria, Alfredo Acosta desmenuza las mil y una triquiñuelas utilizadas por los dueños de estos comercios para elevar los precios: que echarle un melaíto con una brochita encima del pan y así triplicar el precio; que espolvorearle azúcar a un bollito que cabe en el puño de la mano (las piñitas) para venderlo en cinco bolívares soberanos; que elaborar golfeados gigantescos con un poquito de queso por encima para venderlo en tres millones de bolívares fuertes; que te sacan siete bandejas de pan de fruta y apenas una de pan canilla o de otro tipo; que el pan andino lo venden en tres millones y medio.

“Nos están atracando vulgarmente. A un especulador no se le pude decir, ay, está barato. Nos están robando. El pan está hoy a tres millones y medio. Eso es imposible. Eso hay que decírselo al Gobierno, o congelas la vaina, y perdona la grosería, o dentro de un año y medio van a tener que quitarle un poco de ceros a la moneda. Nos están robando los empresarios, así sean chavista o de la oposición”, señala Alfredo Acosta un tanto indignado.

Para colmo, dice que el Gobierno le suministra, a precios preferenciales, la harina a las panaderías.

-Eso es lo que yo digo. Los subsidia. Desde el viernes, cuando el pan costaba un millón 800 mil, el pan cuesta hoy tres millones.

En las panaderías, en las tiendas de zapato, las charcuterías, en los expendios de alimentos, se mantiene la disputa que por estos días enfrenta a comerciantes y clientes por el alza indiscriminada de alimentos, de los bienes y servicios.

“No se asuste cuando vea el precio, no le vaya a dar un infarto”, le dice un hombre a una mujer en uno de los negocios del centro caraqueño.

El abuso se extiende a cualquier expendio, incluso en algunos locales ubicados en edificios de la GMVV en donde se vende por las nubes, o en los cafés de ciertos negocios socialistas ligados a la cultura, en museo, librerías, y demás puestos localizados cerca de la casa natal de El Libertador, donde al decir de los clientes, “un café cuesta un ojo de la cara. Y si pides una tortica, ay, mamá”.

Johan Perdomo, escudriñando en una zapatería, también en Candelaria, señala como exagerados los costos del calzado. Asienta que en otros rubros se han ajustado algunos precios, pero que en general muchos comerciantes siguen especulando.

-¿Has podido comprar zapatos?

-No, no he podido, a pesar de las ayudas del Gobierno con los bonos, se hace difícil con los zapatos. Vi los montos y no se pueden comprar. Desde el año pasado, en julio, no he podido comprar zapatos. En casa nos mantenemos usando chivas.

Por su parte, José Ordaz se asombra porque una crema dental cueste 15 millones de bolívares. “Habrá que cepillarse con el dedo”, indica. “Yo creo que el Gobierno debe poner más atención a la supervisión y la conchupancia de muchos funcionarios con los especuladores. No hay cono que valga si van a seguir con el bochinche”.

Rubén León se queja que los comerciantes no coloquen los carteles en un lugar visible con la lista de precios acordados. Piensa que el Gobierno debe poner mano dura y multarlos hasta que cojan el carril.

De las panaderías señala que agarran el trigo que les da el Gobierno y lo que hacen es elaborar panes dulces, pan andino, tortas, pasteles, pasta seca y el pan regulado brilla por su ausencia o hay que hacer largas colas para comprarlo.

Asienta que definitivamente se necesita más control. Meter presos a los infractores para que agarren escarmiento.

Mercedes Mayora y Dayerlin Liendo echaron un vistazo a la vidriera de una tienda de calzados y se marcharon apresuradamente. Un calzado para damas, por encima de cien millones. Impagable.

Jaime Ruiz, sentado en un banco de la plaza San Jacinto, con un libro sobre las piernas, expresa que estamos en una situación dialéctica: la vida y sus contrarios, el Gobierno y los comerciantes. Aprecia que como los comerciantes van a guardar todo, pues deben ser sancionados, pero penalmente. La guerra económica no ha terminado, dice.

-¿Está de acuerdo con que les retiraran la licencia?

-Sí estoy de acuerdo. Ellos no están cumpliendo con lo que tomaron como meta en su vida social. Desearon tener un negocio para vivir bien, y no se dan cuenta que son unos especuladores. La lista la tienen que publicar en los mercados municipales y en los locales comerciales, si no la publican, siguen con esa jugarreta. Ahí tiene el caso de los huevos que no se consiguen en los mercados municipales, los venden en la calle en efectivo, entonces, sigue la guachafita.

T/ Manuel Abrizo
F/ Héctor Rattia
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