En las Queseras del Medio 150 lanceros derrotaron al poderoso ejército de Pablo Morillo

La Batalla de las Queseras del medio o de “Vuelvan Caras” es considerada como una de las mayores hazañas de la gesta independentista. El propio Bolívar observó cómo Páez y sus 150 lanceros derrotaron a los 1.200 jinetes de la caballería de Pablo Morillo. “General, así se baten los hijos del Alto Llano”, le dijo Juan José Rondón a Páez

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El 2 de abril de 1819, en la ribera del río Arauca, en el lugar denominado las Queseras del Medio, en el estado Apure, 150 lanceros de la caballería patriota, liderada por José Antonio Páez, derrotaron al ejército español comandado por el propio Pablo Morillo, quien contaba con unos 1.200 jinetes. Aquella temeraria acción bélica ha pasado a la historia como una muestra del valor, la audacia y el heroísmo de los llaneros. El propio Bolívar, quien presenció el combate lleno de asombro y admiración, emitió una proclama altisonante, al decir de Augusto Mijares en su libro El Libertador, y ordenó que se anotara la lista de los 150 lanceros. A todos ellos se les hizo miembros de la Orden de los Libertadores.

El Correo del Orinoco en su edición del 24 de abril de 1819 incluye en su primera página un detallado parte de la hazaña firmado por el general en jefe Carlos Soublette. Además, inserta la proclama de Bolívar y publica la lista con los nombres de los 150 lanceros.

Entre los llaneros que integraron aquel pelotón de valientes figuran nombres que pasarían a la historia como protagonistas de episodios de la guerra de independencia contra el Imperio Español escritos en letras doradas. Entre los 150 están Juan José Rondón, Pedro Camejo (el Negro Primero), Julián Mellado, Cornelio Muñoz, Francisco Aramendi, Leonardo Infante, Francisco Farfán, Cruz Paredes.

En la proclama fechada el 3 de abril de 1819 en el cuartel general en los Potreritos Marrereños, el Libertador afirma:

“A los Bravos del Ejército de Apure.

«¡Soldados!: Acabáis de ejecutar la proeza mas extraordinaria que puede celebrar la historia militar de las naciones. Ciento y cincuenta hombres, mejor diré ciento y cincuenta Héroes, guiados por el impertérrito General Páez, de propósito deliberado han atacado de frente a todo el ejército español de Morillo. Artillería, infantería, caballería, nada ha bastado al enemigo para defenderse de los ciento y cincuenta compañeros del intrepidísimo Páez. Las columnas de caballería han sucumbido al golpe de nuestras lanzas; la infantería ha buscado asilo en el bosque; los fuegos de su cañones han cesado delante de los pechos de nuestros caballos. Solo las tinieblas habrían preservado a ese ejército de viles tiranos a una completa y absoluta destrucción.

¡Soldados!: Lo que se ha hecho no es más que un preludio de lo que podéis hacer. Preparaos al combate, y contad con la victoria que lleváis en las puntas de vuestras lanzas y vuestras bayonetas”.

En su autobiografía, el general Páez relata: “Cuando vi a Rondón recoger tantos laureles en el campo de batalla, no pude menos que exclamar: Bravo, bravísimo, comandante, General, me contestó él, aludiendo a una represión que yo le había dado después de la carga que dieron a López pocos días antes, general, así se baten los hijos del Alto Llano”.

VUELVAN CARAS

La descripción de la gesta de aquel 2 de abril ha sido recogida con lujo de detalle por la historiografía. Augusto Mijares señala en su libro sobre Bolívar que aquella acción legendaria aumentó el prestigio de que ya gozaban los llaneros de Páez.

“En un lugar llamado las Queseras del Medio”, narra el historiador Augusto Mijares, “encontrábanse los dos ejércitos separados por el río Arauca; el de Morillo era muy superior en número al de Bolívar, por lo cual éste no podía aventurarse a una batalla campal, y durante los días anteriores se había limitado a hostigar desde lejos a los realistas y obstaculizar sus aprovisionamientos. Pero Páez se decidió a una aventura temeraria. Por un desertor del ejército español había sabido que Morillo estaba decidido a emplear todas fuerzas para matarlo o apoderarse de él, si Páez volvía a arriesgarse en escaramuzas parciales; y lejos de arredrarlo esta determinación del jefe español, le hizo concebir la esperanza de destruir toda la caballería enemiga. Con este objeto tomó 150 de sus mejores lanceros, pasó con ellos a nado el río, cabalgó en la otra ribera y se acercó impertérrito hasta ponerse a tiro de fusil de las líneas españolas. Como lo esperaba, Morillo a su vez movió sus fuerzas contra él. Entonces comenzó a retirarse en buen orden. Divididos en grupos de 20 hombres, y con admirable precisión, los los lanceros patriotas una veces contraatacan y otras apresuran su fuga alejando cada vez a sus perseguidores del grueso del ejército; unas veces golpean al enemigo sobre los flancos, o corren dispersos y como si estuvieran a punto de desbandarse, y de pronto, unidos en compacto escuadrón, amenazan a la infantería o hace frente a los jinetes, con rapidísimas maniobras. Finalmente, cuando Páez ve que toda la caballería enemiga forma un solo cuerpo y que en el ardor de la persecución ha dejado atrás a los fusileros: ‘¡Vuelvan caras’!, grita a sus irresistibles llaneros, se lanzan estos sobre los desprevenidos escuadrones realistas, hacen en ellos fácil carnicería, los desorganizan y los lanzan contra la infantería que ha quedado a sus espaldas. Solo la noche casi cerrada y un bosque que favorece la retirada de Morillo, impiden la derrota total de los españoles. El campo de batalla ha quedado por los llaneros, que entre las sombras siguen provocando con sus gritos a los fugitivos; y que luego, sosegadamente, como en una maniobra, repasan el Arauca y vuelven al ejército de Bolívar”.

Este peculiar ardid de dispersarse, aparentar una huida y “volver caras” inesperadamente, era llamado “ternejal” por los llaneros venezolanos, refiere Mijares.

T/ Manuel Abrizo
I/ Archivo CO
Caracas