El presidente Nicolás Maduro, uniendo decisión, tino, humildad y lucidez, y con los pies bien puestos en el mismo piso del pueblo, está tomando medidas que generan expectativas favorables a mucha gente y solo reciben el rechazo automático de lo más redomado del oposicionismo.
Un primer paso fue la reoxigenación del Gabinete, incorporando nuevos cuadros a la dirección de ministerios claves, tanto en el frente económico como en el social.
El nuevo equipo tiene frente a sí el reto de enfrentar el mayor éxito alcanzado por el imperialismo en los últimos dos años en contra de algunos de los países que hoy considera sus mayores adversarios, Rusia, Irán y Venezuela en primer lugar: el derrumbe de los precios del petróleo.
Además, el imperialismo ha articulado en la guerra económica que encabeza, otros dos frentes fundamentales: el ataque a la moneda y la escasez inducida y direccionada hacia el consumidor final, con la finalidad de generar inflación, colas y descontento popular.
La derecha engaña al pueblo y culpa de la situación al Gobierno, procurando presionar para una “rectificación del rumbo” reaccionaria, neoliberal; lo cual significa reducción del “gasto improductivo” (la inversión social), endeudamiento masivo con los órganos financieros colonizadores, privatización acelerada de las empresas en manos del Estado y redireccionamiento de la mayor parte de los recursos hacia las clases consideradas como sujeto social fundamental: la burguesía imperialista y su aliada y subordinada nativa -que no nacional.
Enfrentar el escenario descrito exige como prioridades optimizar recursos; diversificar fuentes de ingreso; estimular empresas de producción social y recuperadas, cooperativas, pequeña y mediana industria y sectores empresariales de visión nacional; aplicar con firmeza torniquetes contra la corrupción.
Eso y más ha evidenciado y enfrenta tenaz el Gobierno Bolivariano.
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