Por Armando Carías|Ensayo general (Opinión)

Ya la escena está montada. Ya el guión perfectamente escrito. Ya el elenco se sabe la letra y los movimientos. Ya los músicos y cantantes manejan las partituras. Ya la tramoya y la utilería en su lugar. Ya los reflectores encendidos apuntan hacia el escenario. Ya el director ubicado en la platea.

Bienvenidos al ensayo general de «La toma de Caracas», el mas reciente espectáculo de los mismos productores del «11-A», «Paro Petrolero» y «Las Guarimbas».

Como todo ensayo general, la nueva «mise en escene» sirve para afinar los últimos detalles antes del estreno: maquillaje democrático cuidado en sus detalles, primeros planos de los protagonistas, marquesinas relucientes, actuaciones convincentes y conmovedoras, textos bien escritos aprendidos y, por supuesto, la indispensable cobertura de prensa que garantice una buena asistencia de público y los aplausos de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Como en toda producción de elevado presupuesto, «La toma de Caracas» deberá regresar a su poderoso mecenas lo invertido, así como su correspondiente ganancia. Hablamos, en este caso, de millones de dólares gastados en suntuosos decorados mediáticos, lujosos ropajes de derechos humanos cosidos a la medida y una galería de críticos especializados en convertir en prodigios de la escena a mediocridades actorales.

El «sponsor» imperial se frota las manos y apuesta a que este «remake» deje en taquilla la sangre, el dolor, la muerte y destrucción de montajes anteriores. Esa sería su ganancia. Para eso invirtió.

Por eso observa con atención desde su palco preferencial. Escucha cada parlamento y observa con ojo de águila todos los movimientos en el escenario.

Es el ensayo general de una obra conocida.

armandocarias@gmail.com