Insiste en que se debe reconocer “la diversidad cognitiva”|Carmen Hernández busca que la gente piense sobre los efectos de la política en el cuerpo

“El acontecimiento es el cuerpo”, escribe el investigador venezolano Luis Duno-Gottberg en la introducción del libro La política encarnada, del cual es coordinador. Y realmente el cuerpo es el acontecimiento para la artista y curadora Carmen Hernández, quien dedica su participación en este texto a las obras de Argelia Bravo, Juan Carlos Rodríguez y Deborah Castillo.

“A pesar de los esfuerzos políticos por reformular el modelo de Estado-nación en Venezuela desde que Hugo Chávez asumió la Presidencia” en 1999, sentencia Hernández en el primer párrafo de su escrito, “actualmente se observan diferentes mecanismos de violencia simbólica e inequidad de género ejercidos en la vida social como ‘gestos naturalizados’. Frente a esa situación se desarrollan algunas respuestas críticas, propositivas y compensatorias, generadas desde diversas prácticas culturales”.

La investigadora conversa con el Correo del Orinoco en el Bistró del Libertador, espacio que, tras ser recuperado por la alcaldía de Caracas, se convirtió en un llamativo restaurante en el corazón capitalino. En ese escenario, y frente a una taza de café, señala -y trae a colación al filósofo francés Michel Foucault- que “el cuerpo es la superficie de la inscripción de los sucesos” y que en él es “donde realmente puedes ver las historias de dolor y violencia: a partir de las cicatrices, de las huellas que dejan los sufrimientos de la piel”.

-¿Qué quiere con el trabajo? ¿Quiere incomodar?

-No. Pretendo reflexión; que las personas reflexionen y empiecen a interpretar con otra mirada más amorosa. Creo que, de alguna manera, los tres artistas que yo trabajo allí asumen también esa postura de propiciar una vida más afectiva, más completa, más plena; menos tramada por la lucha por el poder.

BRAVO, LAS HERIDAS DEL PREJUCIO

La política encarnada. Biopolítica y cultura en la Venezuela bolivariana es un libro publicado por Editorial Equinoccio (Universidad Simón Bolívar). ¿Qué sería la política encarnada? “Son los efectos de la política ya visibles en el cuerpo. Por ejemplo, cómo el cuerpo entra también en esa lucha de lo político”, puntualiza Hernández.

Ella analiza, en primer lugar, las obras de Bravo; la artista “tiene un trabajo sobre la violencia en el mundo de los transformistas, quienes no cuentan con ningún tipo de derecho”.

Recuerda que todavía en Venezuela no se ha logrado el reconocimiento del cambio de identidad, lo cual les cierra las puertas a quienes tienen nombre legal de hombre pero en realidad son mujeres y se visten y actúan como tales, o al revés. En esto “no se ha podido avanzar”, indica. También “hay mucho prejuicio al respecto para el matrimonio entre personas del mismo sexo”, describe. Pero a su juicio lo más grave es que “se reconoce que hay desigualdades, pero no se toman medidas”.

Bravo recoge en algunas de sus obras las lesiones que le infligieron a Yajaira (transexual) en el cuerpo. “Yajaira tiene infinidad de heridas. Está ahora en Argentina; se tuvo que ir porque la policía la tenía amenazada de muerte y allá está como activista sobre los derechos de la diversidad sexual”.

Como artista, Hernández llama la atención acerca de “una doble sensibilidad” que observa en el país respecto al tema, porque “por un lado se reconoce y se busca apoyo para subsanar los efectos, pero no se ataca el problema de fondo, que es un problema cultural” y que está relacionado “con el reconocimiento de esos sujetos tal como ellos quieren ser reconocidos”.

-¿Hay un ejercicio del poder en esos cuerpos?

-Por supuesto.

-¿Quién lo ejerce? ¿Es el Estado, es la omisión?

-Creo que es una cultura generalizada. Por ejemplo, cuando están las chicas en la avenida Libertador pasan automóviles y las golpean, les tiran cosas o les dan un tiro.

También se sumaría el abuso de algunos uniformados, que se aprovechan de que “están ejerciendo una profesión ilegal” para la “matraca” o para “usar sus servicios de manera gratuita”.

-¿La sociedad es la que está ejerciendo ese poder abusivamente?

-Sí, por una visión moralista, por prejuicios muy, muy arraigados. Argelia ha puesto eso en evidencia. Yo creo que es la única que lo ha hecho de esa manera. Ella coloca a hablar a Yajaira como si fuera una obra de arte, y entonces le da otro estatus. Ella permite que Yajaira se exprese libremente.

RODRÍGUEZ: LOS INTERESES CRUZADOS

Carmen Hernández también desmenuzó el abordaje que hace Juan Carlos Rodríguez de la violencia fronteriza. Rodríguez, residenciado en el estado Apure, presentó en el año 2009 la exposición Teatro de operaciones N 1, que incluyó fotografías y videos. “Era como una recreación del paisaje llanero, pero de otra manera: estaba el nombre de la persona y el año en que había sido asesinada”.

En el libro, Hernández ilustra que la violencia en la frontera colombo-venezolana “pareciera asumir una forma desterritorializada, con signos de balcanización de un conflicto militar que hoy tiene expresión en el llamado Plan Colombia y en la instalación de bases militares extranjeras de carácter estratégico”.

De nuevo en el diálogo con el Correo del Orinoco, la investigadora subraya que son conflictos “muy complejos”, que afectan a todas las familias: “Todas las familias están afectadas, no importa del lado que sea; puede ser el narco, pueden ser militares, pueden ser diferentes grupos políticos que están luchando por el poder”. Una de las cosas más difíciles es la autocensura, porque “las personas no hablan de eso”.

-En este caso, ¿quién ejerce la violencia, si lo llevamos a la biopolítica?

-Son intereses cruzados, son todos esos intereses cruzados. Lo que preocupa allí también es esa naturalización que se puede hacer de la violencia, hasta que ya llega un momento en que forma parte como del paisaje, y eso es grave para una sociedad.

-¿Se ha vuelto parte del paisaje la violencia en la frontera?

-Yo creo que sí; creo que se ha vuelto ya como parte del paisaje. Entonces las personas no hablan directamente; hablan de manera eufemística, porque tienen miedo de las retaliaciones que puedan experimentar.

DEBORAH CASTILLO: LA SUMISIÓN

La artista Deborah Castillo presentó, en el año 2011, el performance Lamezuela, como parte de La velada de Santa Lucía: “Con sus manos en la espalda, la artista se arrodilla para lamer las botas de un soldado”, relata Hernández en el libro de Equinoccio. Agrega también que este trabajo “ha comenzado a ser interpretado como una crítica al supuesto autoritarismo del gobierno”, pero precisa que esa es “una lectura poco acertada” de lo que quiso exponer Castillo. En su criterio, lo que ella buscaba era poner “en tela de juicio el papel femenino ante el orden patriarcal”.

Lo cierto, tal como lo cuenta la investigadora, es que la acción de Castillo “generó mucha roncha en muchos lados”, probablemente por la interpretación primaria y sin ver más allá. Lo que hace “es político, obviamente, pero no forma parte de ningún partidismo”.

-¿Qué cree que está expresando ella con eso?

-Yo lo atribuyo a una crítica a la cultura de la sumisión. Una cultura de la sumisión que se está también internalizando y que lleva a las personas a aceptar cosas para cuidar su trabajo, para cuidar ciertos beneficios. Estoy hablando de todo color político, estoy hablando de este lado y del otro. Las personas se quejan en un pasillo y no enfrentan. Eso se va internalizando también y llega un momento en que las personas no ejercen sus derechos.

Castillo utiliza la lengua, y no es gratuito. “Esto tiene que ver con el habla: el habla femenina, el habla que está marginada”. Hernández insiste en que, más que una crítica a lo militar, es el cuestionamiento del autoritarismo: “Es una metáfora de ese autoritarismo que se ha ido internalizando en nuestra cotidianidad”.

En otro lugar “Deborah presentó un video en el cual ella nuevamente usa la lengua, y está lamiendo y besando un busto dorado de Bolívar”. Esto le acarreó una nueva lluvia de críticas.

Castillo, de acuerdo con la investigadora, se mudó fuera del país. “Ella decía: ‘Carmen, mi obra es incomprendida aquí. Mi obra no es comprendida ni por las instituciones gubernamentales ni por los espacios privados. Salvo uno que otro sitio, ella tenía que moverse con mucho cuidado” para que no la malinterpretaran.

“¿Por qué tenemos que instrumentalizar la cultura?”, se pregunta Hernández. Es decir: “¿Por qué cualquier pieza, obra, imagen tiene que ser interpretada como a o como b, y no hay más?”.

La curadora evalúa como algo terrible que, “con esa cultura de la sumisión que estamos fomentando desde ciertas prácticas, las personas no puedan ser sujetos realmente activos en la sociedad, sino que están esperando que les digan la tarea que tienen que hacer”.

¿Qué pasa con la iniciativa?

Hernández se interroga acerca de las consecuencias de esto que percibe. “¿Dónde está la iniciativa en momentos tan críticos en los que nosotros tenemos que aumentar la producción de muchos elementos, la inteligencia, la creatividad?”.

También agrega al análisis “la cultura caudillista que tenemos”, arrastrada durante décadas y debido a la cual se tiende a “darle mucho poder a la figura del líder, más que al resultado que puede tener cada uno”.

Más que el incesto -en cuanto a que son las mismas conductas que se refuerzan entre sí- Hernández plantea asumir plenamente la Constitución “y reconocer la diversidad, pero una diversidad cognitiva”.

-¿Solamente en el ámbito cultural?

-No, no; en general, en general. El otro puede ser mi enemigo, pero tiene cosas que decir. Vamos a negociar y a evitar estar en esta diatriba que lo que hace es daño a la nación en general. Por cierto, una nación que no es abstracta, que está conformada por cuerpos. Son los cuerpos de la nación los que están en juego; no son personas en abstracto.

-Se supone que en un proceso como el que comenzó con el presidente Chávez debíamos avanzar hacia una relación diferente entre política y cuerpos. ¿Qué cree que pasó? ¿O qué está pasando?

-Creo que todo quedó a nivel de deseos y no se pudo concretar. Yo recuerdo muchos discursos de Chávez en los cuales él reconocía, no solamente el rol de las mujeres, sino que sabía que había desigualdades que había que superar. Lo que no sucedió fue pasar del deseo a la concreción de políticas específicas. Y creo que porque culturalmente nosotros no avanzamos, no hubo cambios mentales como para empezar a entender el respeto de verdad, las diferencias. La inclusión fue entendida solamente como otorgar el derecho que siempre hemos tenido de que tú entras en la invitación, y no como oír y reconocerte a ti en tus diferencias.

La autora alza su voz para expresar su inconformidad. “Falta debate, se ha dejado de lado a personas con capacidad de análisis”, lamenta. “Incorporarlas no es darles un premio, no es darles un cargo, no; incorporarlas es oírlas, crear mecanismos para que esas voces dialoguen y reflexionemos todos”.

-¿Cómo debería ser la política encarnada para que las personas tuviesen bienestar? ¿Cómo debería ser la relación del Estado con las personas?

-Verdaderamente democrática. La toma de decisiones que tiene que ver con el mundo colectivo debería ser mucho más democrática; para ello creas mecanismos de participación.

T/ Vanessa Davies
F/ Miguel Romero

excelente articulo..Las preguntas precisas de Vanessa y las respuestas magistrales de Carmen. como olvdar también que ese «Bistro» fue el espacio de Vanessa en TV??