Eros no comulga con lo vulgar

En la época clásica de nuestra civilización, siglo IV antes de Cristo, Platón dejó sentadas las bases de lo que hoy se conoce como teoría erótica para explicar cómo y por qué los seres humanos se atraen entre sí y se buscan unos en otros.

Partió Platón de una premisa universal: la de que ninguna relación es tan atractiva, deseada y buscada como la sexual. Para explicar sus planteamientos, el filósofo utilizó la figura del mitológico dios Eros, quien se convertiría por gracia y voluntad del filósofo griego en el máximo representante de esos sentimientos calificados como “pecaminosos”.

La clásica teoría erótica de Platón ha sido combinada en la época moderna con la teoría de los sexos que explica la condición sexuada. De esta forma podemos comprender que, por un lado, el erotismo es la denominación histórica y clásica para dar nombre a ese sentimiento que impregna las relaciones entre los sujetos en tanto sexuados; y por otro lado, el hecho de los sexos explica las estructuras de esos sujetos y trata de comprender ese deseo que les lleva a la íntima relación.

EROTISMO, FANTASÍA Y PORNOGRAFÍA

Son dos cosas muy distintas. No se debe confundir la erótica con la pornografía. Esta última es una acción legítima, como toda industria o mercado regulado por la ley. Pero el erotismo es el valor universal y común y, por tanto, el objeto prioritario de interés. El imaginario de cada cual, construido con un sinfín de elementos percibidos, vividos y sentidos a lo largo de la biografía, puebla la fantasía de cada sujeto. Por ello solemos decir que cada cual tiene su fantasía. Una gran dosis de emociones y sentimientos donde las fantasías vienen y van, a veces en estado de vigilia, a veces en los sueños.

Lo mismo que se habla de expresar emociones y sentimientos, se habla de vivir las fantasías. Si bien las emociones y sentimientos necesitan de una forma de expresión, las fantasías tienen una forma privilegiada, varios elementos, como la creatividad, en sus múltiples maneras de expresión. El arte, en sus diversas formas: música, pintura, literatura, etc. De hecho, el gran legado de la historia del arte no podría ser entendido sin el recurso de la fantasía. Es la forma de convertir en obras los materiales de la fantasía, pero cuidado, el tránsito de la erótica por este mundo ha de ser sublime para así expresar de manera correcta lo realmente maravilloso del significado erótico. Cualquier sentimiento vulgar o soez, debe quedar en la periferia.

Al arribar a este punto recordamos a Adriano González León, quien en la Escuela de Letras de la UCV y como seguidor del movimiento surrealista, nos leía algunos trozos de poemas escritos por André Bretón. La voz de Adriano, eterno maestro convertido luego en dilecto amigo, dejaba traslucir el sentir del poeta al hablar de aquella mujer que amaba:

“…Mi mujer de espalda de pájaro que huye vertical / De espalda de azogue / De espalda de luz / De nuca de canto rodado y de tiza mojada / Y de caída de un vaso en el que acaba de beberse / Mi mujer de caderas de barquilla / De caderas de lustro y de penas de flecha / Y de tronco de plumas de pavo real blanco / De balanza insensible / Mi mujer de nalgas de asperón y de amianto / Mi mujer de nalgas de espalda de cisne / Mi mujer de nalgas de primavera / De sexo gladiolo / Mi mujer de sexo de yacimiento de oro y de ornitorrinco / Mi mujer de sexo de alga y de bombones antiguos / Mi mujer de sexo de espejo / Mi mujer de ojos llenos de lágrimas / De ojos de panoplia violeta y de aguja imantada…”.

Y así proseguía Adriano con “Unión libre”, un texto poético bellamente escrito por Bretón entre los años 1931 y 1939, cuando coqueteaba literariamente con el conde Lautréamont, Rimbaud, Sade, Freud y Karl Marx. Fue el mago de ese movimiento literario conformado por hombres que nos dejaron verdaderas joyas artísticas. Hablamos de Luis Buñuel, Salvador Dalí, Antonine Artaud, Vaché y el propio Alfred Jarry. En todos ellos el amor, esa emoción automática, lindaba con el erotismo atrevido, nada propio de la época.

Hace pocos años, Carlos Nicolás Hernández, reconocido poeta colombiano, publicó una selección de poemas eróticos donde recogió ese paso que va de lo sublime al placer. Plumas de la talla de Octavio Paz, Benedetto o Neruda son recogidas en el compendio. Leamos “Material nupcial” del poeta de Isla Negra:

“De pie como un cerezo sin cáscara ni flores, / especial, encendido, con venas y saliva / y dedos y testículos, / miro una niña de papel luna, / horizontal, temblando y respirando y blanca / y sus pezones como dos cifras separadas, / y la rosal reunión de sus piernas en donde / su sexo de pestañas nocturnas parpadea… / Las pondré como una espada o un espejo, / y abriré hasta la muerte sus piernas temerosas, / y morderé sus orejas y sus venas / y haré que retroceda con los ojos cerrados / en un espeso río de semen verde”…

He aquí una lección de erotismo hecha palabra; la pasión de poeta deslumbrando estrellas luminosas por quien, en su momento, dejó la marca del amor…

“La inundaré de amapolas y relámpagos, / la envolveré en rodillas, en labios, en agujas, / la entraré con pulgadas de epidermis llorando / y presiones de crimen y pelos empapados…”. El clímax del hombre y la inocencia de la amada. Solo un ser exquisito, un poeta como Neruda, podría expresar el acto natural de la manera como está escrito este poema. No hay palabras rebuscadas, solo expresiones que dejan correr la imaginación de quien las lee…”.

En la próxima y última entrega sobre este tema, hablaremos de Oliverio Girondo y el aún no descubierto como el gran poeta que fue, Ludovico Silva.

T/ Ángel Méndez
I/ Camille Corot