Por Jordán Rodríguez|El espíritu de la luz (Opinión)

Imaginemos solo por un instante que formamos parte de ese grupo que acompaña a un Bolívar que ha llenado su palmarés de derrotas y traiciones y que ve en una maquina el futuro de la lucha independentista. No se trata de otra cosa que la imprenta, artefacto del demonio creada por Gutenberg que cambiaría el rumbo de la historia humana.

Entendió Bolívar que la batalla de las ideas era fundamental para lograr la victoria de las fuerzas de la unidad y la libertad nacional, contra un enemigo reconocido en el escenario mundial de entonces por su poderío militar y el alcance de su armada.

¿Alguna vez te has preguntado qué vio Bolívar en ese innovador artefacto que lo sumó su lucha? Siempre he creído que fue la posibilidad de ver inmortalizado su pensamiento y obras, una guía que permanecería oculta por más de 200 años y que hoy más que nunca debemos sacar de las bibliotecas y hacer palabra viva.

Ser Bolivariano es más que pintarse de un color o de otro, es mucho más que repetir consignas o gritar en marchas, es ser eficiente, incorruptible; es más que creerse signado por la divinidad para ser protagonista de la historia. Ser Bolivariano de corazón, creo que pasa por ser absolutamente claro en la búsqueda de los objetivos planteados; el principal al igual que en 1813 es la consolidación de una independencia donde no sea “el partido” o “los partidos” los garantes de los procesos sociales y mucho menos los responsables de darle al pueblo “la mayor suma de felicidad posible”.

Ser Bolivariano es ser comunicador de los sentires del colectivo. Hoy nos invito a todos a sentir el latir del corazón más grande que ha latido en América, el de ese Simón de 231 años que está más vivo que nunca.

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