Venezuela se ha convertido en el mejor ejemplo para encontrar los desenlaces y las disyuntivas históricas mundiales de los últimos tiempos, cuando una oposición acusa al Gobierno de ser una “dictadura” y avala la violencia y la destrucción moral del pueblo; mientras este mismo le responde con pasmoso silencio y con sentido de paz constructiva y pedagógica: sin dudas es una lección mayor, porque muchos de sus hijos fueron sacrificados en el pasado reciente en la lucha por la independencia y la liberación nacional.
Es harto conocido la cantidad de muertes, desapariciones, torturas y otros tormentos a los que fueron sometidos miles de venezolanas y venezolanos entre 1958 y 1998, ahora en proceso de investigación en la Comisión por la Justicia y la Verdad.
Quedan muchas cicatrices de las políticas de terrorismo de Estado que aplicaron los gobiernos de AD y Copei en tiempos cuando su dirigencia política se arrodilló ante las doctrinas implantadas por el Departamento de Estado estadounidense para someter a los pueblos del mundo.
Desde que estamos en esta lucha, hace más de 30 años, hemos sido testigos de persecuciones y de cárceles, de violaciones al debido proceso, del quebrantamiento de la inmunidad parlamentaria de manera artera (en 1963 MIR, PCV; Salom Meza y Fortunato Herrera, agosto 1976) que el caso de María Machado avergüenza la historia.
Esa Comisión de Estado tiene mucho que mostrar y las instituciones del Estado que infieren no solo en los procesos de investigación y divulgación que establece la “Ley para Sancionar los Crímenes, Desapariciones, Torturas y otras Violaciones de los Derechos Humanos por Razones Políticas en el Periodo 1958-1998” deben asumir una responsabilidad de Estado cuando las campañas de desinformación siguen inoculando odio y confusión, especialmente en jóvenes incautos.
Es el Estado venezolano en comisión el que debe articularse para dar a conocer qué era una dictadura disfrazada de democracia, cómo actuaba el terrorismo de Estado, dónde se originan los métodos y manuales de terrorismo que hoy sectores de la oposición intentan implantar en Venezuela.
Tenemos pruebas y testimonios históricos, que reposan en esa Comisión, en el Archivo General de la Nación, en el Centro Nacional de Historia, en la Biblioteca Nacional de Venezuela, en la Universidad Bolivariana de Venezuela y, sobre todo, en la memoria colectiva del pueblo venezolano.