La Conjura|De la estética y la belleza del barrio (Opinión)

Cuando pensamos en estereotipos de belleza, lo primero que le viene a la cabeza a la mayoría es un cuerpo delgado, esbelto y preferiblemente de tez blanca; nos enseñaron a pensar que ser bellas es parecerse a las mujeres que salen en la televisión contemporánea, las mismas que hacen la publicidad de helados, spa, detergentes y hasta de chucherías, como si una cosa tuviera que ver con la otra.

Pero, ¿qué pasa en el barrio?, ¿qué pasa cuando los ideales de belleza son desfigurados? La excepción se vuelve regla y lo que no es bello en la urbe común, se vuelve más bello mientras más escaleras se suben.

En el barrio, los shorts cortos y la barriga afuera son un delirio, no importa la celulitis, ni las estrías, ni mucho menos los kilos, solo importa el deseo, las ganas, el ánimo y por supuesto, la reproducción de otros “tipos de belleza” que por lo menos intentan/sugieren cambiar la historia recalcitrante de lo estético.

Si bien la lucha es por romper los con estereotipos de belleza y, en el barrio se configuran nuevos estereotipos, no se puede obviar la importancia social que tiene que la mayoría de esas mujeres se hayan apoderado de sus gorduras y sus flaquezas, con sus curvas, sus colores y sus texturas, sin disimulo de lo que simbólicamente sus cuerpos representan.

Cuánto entonces tenemos que aprender las mujeres de la urbe de las mujeres del barrio, cuánto es que creemos que estamos rompiendo estereotipos mientras nos seguimos mirando al espejo fijamente para revisar los últimos detalles de la tarea socialmente impuesta de vernos bonitas.

No solo importa el intento –casi sin intención- de romper con los estereotipos sino las consecuencias del mismo, como un arma para combatir la violencia, esa a la que nos somete la televisión y a la que a veces nos sometemos por causa de una educación machista y hegemónicamente estética.

T/ Bárbara González