Guerras del pueblo | 12 de febrero (Opinión)

Hace un año el país conoció un tipo de agresión y técnica de desestabilización ajenos a la tradición de luchas políticas del periodo republicano.

No se redunda cuando se trae a colación que en 200 años de diatriba y lucha de calle -entre partidos que se adversan y compiten por espacios de Gobierno, Parlamento y cargos municipales- se alcanzó incluso cotas de guerra civil; empero, se trataba de circunstancias muy distintas a las actuales, en las que uno y otro adversario, como se recuerda en las querellas entre los conservadores paecistas y liberales de Antonio Leocadio, y luego entre los oligarcas centralistas y los federales zamoranos, ocurrían al argumento, lemas y pertrechos propios del país, o que se adquirían en el exterior con peculio nativo, nunca con dinero o por instigación de potencias extranjeras (excepción: la Revolución mal llamada “Libertadora”).

Hoy, cuando se recuerda el comienzo de ese patrón de ejercicio parapolítico denominado “guarimba”, cuyos actores poseen el mérito de difundir consignas tales como “queremos que se vaya” o “que renuncie”, así sin más, sin sentarse a explicar ni siquiera entre ellos mismos qué aspiran como futuro para el país, ni debatir acerca de modelos de Estado, ni mucho menos teorías constitucionales como las de Montesquieu, Hermann Heller, Manuel García Pelayo, Vladimir Lenin o Simón Bolívar por citar algunas fuentes.

Y ello no tendría por qué inquietar a nadie, si no pasara de allí. Sin embargo, ocurre que la virulencia “consignera” y el escaparate vacío de ideas que distingue a tan “valerosos luchadores de la libertad” -como optan ahora por calificarles los patrocinantes de guarimbas en Washington DC y en Miami City-, forman parte de un complot sanguinario que ya el año pasado, 2014, dejó saldo de 43 fallecidos entre febrero y agosto.

Estemos prevenidos ante nuevas modalidades de agresión paramilitar urbana, sicariato, guerra mediática y guerra económica: es un reto de todo venezolano decente, de toda persona amante de su tierra, su historia y el ideal de democracia con pueblo de este tiempo. Muchas veces ocurre que los códigos y las leyes de la República están a la zaga respecto a las tácticas sorpresivas de estos grupos desestabilizadores urbanos, pseudo universitarios y sin escrúpulo que se saben con apoyo imperial, mucha cobertura mediática y mucho dólar por vía los mascarones “ONG” que trasiegan fondos para el crimen político en Venezuela.

T/ Néstor Rivero