Por Marcel Roo |América Central en la era del cambio (Opinión)

Costa Rica y El Salvador celebraron comicios generales el pasado domingo 2 sin poder elegir presidente ya que deben ir ahora a nuevas elecciones, el 6 de abril y el 9 de marzo, respectivamente.

En El Salvador el candidato del Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), Salvador Sánchez Cerén, estuvo a escaso un punto de lograr el triunfo en primera vuelta, victoria que debe concretarse en el ballotage.

El triunfo de Sánchez Cerén tiene la relevancia de que por primera vez un hombre identificado plenamente con el programa del FMLN y su líder histórico, Schafik Handal, garantizaría una incorporación plena de su país a las instancias fundamentales del proceso de integración latinoamericano-caribeño como son la Celac y el ALBA.

Costa Rica, pese a que la segunda vuelta se dirimirá entre los candidatos derechistas, también presenta una situación interesante, por cuanto por primera vez en muchos años la hegemonía de esa socialdemocracia tutelada desde el Norte industrializado se ve amenazada ante el surgimiento de una fuerza de izquierda, que pasó de un diputado a nueve y ha proyectado a su dirigente José María Villalta como el líder de las fuerzas progresistas del país.

La región centroamericana, hasta hace pocos años, con la excepción de Nicaragua que con el sandinismo marcha hacia su plena independencia y soberanía, era territorio dominado por gobiernos sumisos a los dictámenes del Departamento de Estado de Estados Unidos, algunos de corte represivo y otros bajo la máscara de la democracia formal.

Hoy el mapa político comienza a cambiar. Además del sandinismo, en Honduras hay una alternativa de resistencia popular, en El Salvador el FMLN se ha consolidado como la primera fuerza política y en Costa Rica ha surgido una alternativa de izquierda que en un futuro no lejano puede llegar al poder.

Aun cuando quedan todavía algunos lunares como en Guatemala cuyo presidente, Otto Pérez Molina, ha sido acusado de ser un protector del paramilitarismo en ese país, y en Panamá, cuyo jefe de Estado, Ricardo Martinelli, es un hombre plenamente identificado con las políticas del imperialismo estadounidense, los aires de cambio también soplan con fuerza en estos dos países.