En El Caracazo| El Estado actuó 35 horas después de que comenzaron los disturbios

*“Aún no había llegado el descanso para el almuerzo cuando a las redacciones de los periódicos habían llegado noticias sobre desórdenes en distintos puntos de Caracas y en Maracay, Charallave, La Guaira, Valencia, Barquisimeto, Mérida, San Cristóbal, Barcelona, Puerto la Cruz, Puerto Ordaz, san Félix, Maracaibo. Aunque cueste creerlo, a esa hora todo el mapa de Venezuela lucía encendido. Si ese día alguien hubiese tenido el poder para seguir la histeria colectiva desde el cielo, hubiera podido armar un tablero gigantesco que diera el parte de una guerra que se prolongaría por varios días. Pero casi al mediodía de ese lunes 27-F ningún ser sobre la tierra pareció tener tal poder, o mejor dicho, nadie dentro del gobierno venezolano pareció darse cuenta de que la magnitud de los hechos daba para lanzar una voz de alarma”. Página 105.

*“Reportes de inteligencia militar venían diciendo que había mucha tensión en las calles. En noviembre de 1988, en un punto de cuenta que le llevó al entonces presidente Lusinchi el vicealmirante Germán Rodríguez Citraro, que estaba al frente de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM), presentó un estudio hecho en cinco ciudades en donde resaltaba el alto grado de insatisfacción que latía en la sociedad. Según la medición hecha en Caracas, Maracaibo, Valencia, Barquisimeto y Ciudad Bolívar, el descontento era tanto que podía llevar a espontáneos incidentes de desobediencia civil, e incluso, en el caso de Caracas, se corría el riesgo de que el malestar desembocara en episodios violentos o de franca rebelión. Para esas fechas, aunque no lo decía el informe militar, un millón de familias en todo el país vivían en situación de miseria, más de la mitad de los hogares se podía considerar que eran pobres, y el desempleo, la inflación y la escasez eran los problemas que más los maltrataban.

La preocupación de la DIM, según quedó registrada en el documento, se centraba en la necesidad de reactivar planes para enfrentar conflictos internos, porque estimaban que las Fuerzas Armadas no serían capaces de manejar un eventual estallido popular”. Página 106

*“Al mediodía, Caracas estaba enardecida. Como si fuera una copia en carbón -pero ampliada- de Guarenas, los disturbios caraqueños rebasaron los límites naturales de las paradas de carritos y se propagaron raudos y veloces por la ciudad, desguarnecida por la huelga de brazos caídos de la Policía Metropolitana. Desde hacía un mes la mayoría de los 14 mil efectivos reclamaban mejores sueldos y exigían -sobre todo- un cambio de sus superiores, que eran oficiales de la Guardia Nacional, por funcionarios policiales”. Página 109

*“Al apagarse el 27 de febrero, ninguna autoridad había aparecido en público para alertar, apaciguar o anunciar las medidas que se podrían estar tomando; tampoco se había reestablecido el orden público. Los periodistas, los editores, los dueños de los medios no entendían. Y así terminó el día para el resto del país: sin gobierno que diera la cara”. Páginas 113 y 114

*“A las 6:00 pm del 28 de febrero empezó el toque de queda, y fue entonces, 35 horas después de que comenzaran los disturbios, cuando el Estado salió a la calle a hacer su trabajo. Pero salió tarde y muy mal representado. En lugar de las fuerzas de orden público, salieron 9 mil hombres, la mayoría muchachos entre 18 y 19 años de edad que habían sido recién reclutados por el Ejército para hacer el servicio militar obligatorio. Eran jóvenes, eran inexpertos, eran del interior del país y desconocían cómo moverse en la ciudad capital. Y salieron con fusiles de asalto, tanquetas y vehículos blindados a enfrentar una protesta civil que comenzó por el cobro injustificado de 8 bolívares de más en una tarifa de transporte público”. Página 116

Texto/Nancy Mastronardi
Foto/Archivo