Por José Gregorio González|Terrorismo de Estado (Opinión)

Los países que aplican dentro y fuera de sus fronteras el terrorismo de Estado deben ser condenados. Las terribles matanzas que aplica Estados Unidos a las naciones que invade representan genocidios que causan animadversión y rechazo de la comunidad internacional. Millones de muertos es el saldo que dejan las acciones bélicas que ejerce con anuencia de la Organización de las Naciones Unidas. Desatan luchas intestinas que siembran en el mundo para apoderarse de los recursos naturales que no les pertenecen.

Muchos ejemplos: millares de desplazados, asesinados, desaparecidos, torturados y encarcelados. Irak, Afganistán, Chile, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Vietnam, Corea y otros tantos que han sentido la mano asesina del imperio. Cuando no se hace la intervención directa, la intromisión se genera con el dinero del capital. Así se compran conciencias y voluntades para torpedear desde su interior a las naciones progresistas.

Venezuela no ha escapado al terrorismo estadounidense. La influencia del imperio durante 40 años de democracia representativa permitió el desarrollo de partidos políticos que lucharon por mediatizar al pueblo. Quienes se opusieron sufrieron los rigores de la represión y la violencia aprendida por policías y soldados en la Escuela de las Américas.

Los movimientos de izquierda, camaradas socialistas y comunistas, pagaron con su vida el precio de la libertad. Héroes en las victorias y derrotas son ejemplos vivos de dignidad y entereza.

Pero no solo países del orbe sufren la violencia de Estado; la misma sociedad estadounidense tiene sus cimientos raídos por la xenofobia y el racismo. La venta de armas es común entre sus ciudadanos y su porte genera miles de muertos. No son extrañas las masacres en escuelas e instituciones educativas. Asesinatos colectivos quedan en manos de adolescentes; policías que matan niños negros protegidos por la complicidad del Estado.

La impunidad se pasea por las ciudades de EEUU, riega sus calles de cadáveres. Legitima la muerte y el terrorismo de Estado.

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