El Gobierno de Surcorea y la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) acordaron este viernes colaborar de conjunto para promover la pesca y la acuicultura en los países en desarrollo, recursos que impulsan la seguridad alimentaria.
En un memorando de entendimiento firmado por el viceministro surcoreano de Océanos y Pesca, Jae Hak Son, y la directora general adjunta de la FAO, Maria Helena Semedo, las partes acordando trabajar juntos sobre el tema y promover el cumplimiento del Código de Conducta para la Pesca Responsable del organismo internacional.
Este Código, aprobado en 1995, contiene una serie de políticas, directrices técnicas y mejores prácticas para desarrollar la pesca y la acuicultura de forma responsable y sostenible.
El acuerdo bilateral abarca cuestiones relacionadas con las políticas, la gobernanza y la gestión de la pesca y la acuicultura, además de programas de educación y formación.
Surcorea tendrá a cargo el financiamiento de las actividades, a través de un nuevo fondo fiduciario establecido en la FAO.
Semedo significó que la pesca y la acuicultura contribuyen de forma importante al suministro de alimentos, la nutrición y los ingresos de millones de personas.
Este nuevo programa, dijo, ayudará a salvaguardar esta contribución para las generaciones futuras, proporcionando a los gobiernos y a los que trabajan en la pesca y la acuicultura orientación y apoyo en la adopción de prácticas más sostenibles.
Por su parte, Jae Hak Son aseguró que este memorando forma parte de los esfuerzos de Surcorea para fomentar la creación de capacidad en los países en desarrollo.
Al proveer educación y capacitación clave, ayudamos a crear conocimientos técnicos muy necesarios en el desarrollo de las políticas pesqueras internacionales, acotó.
Según datos de la FAO, los medios de vida de entre 660 y 820 millones de personas dependen directa o indirectamente de la pesca y la acuicultura, y el pescado es la principal fuente de proteínas de 17% de la población mundial.
Esa cifra se eleva a casi a 25% en los países de bajos ingresos y déficit de alimentos, y llega a más de 50% en algunas de las naciones menos desarrolladas de África y Asia.