Crónicas de la Pachamama | Food, Inc. (Opinión)

Cuenta el chiste que le preguntaron a una criatura de pocos años de dónde venía la fruta, y contestó que del supermercado.

La forma en que satisfacemos nuestras necesidades alimentarias está controlada en las sociedades industrializadas por grandes corporaciones, que han rediseñado desde la manera en que obtenemos los alimentos hasta el cómo, cuándo y dónde debemos consumirlos.

La industria agroalimentaria moderna es un monstruo de múltiples y largos tentáculos. Condiciona nuestros hábitos a través de la publicidad.

Expresiones como “natural”, “sano” y “nutritivo” no son más que meros eslóganes que no se corresponden con las propiedades del producto que adquirimos.

Alimentos intensamente procesados a lo largo de toda la cadena agroalimentaria no pueden ser naturales. Los aditivos añadidos para mejorar sus cualidades organolépticas y hacerlos más atractivos para el consumo, difícilmente los convierten en sanos y nutritivos.

El monstruo también condiciona las leyes. Cuando las normas de seguridad alimentaria regulan la venta a granel a favor de la comida envasada, se perjudica al pequeño productor y al comercio tradicional en provecho de las grandes firmas del agronegocio y de los grupos de distribución de alimentos.

Por no mencionar el consumo extraordinario de energía necesaria para producir, reciclar o destruir el exceso de envases que inunda el mercado alimentario. Pero no sólo esto hace al monstruo insostenible.

La lógica de la maximización del beneficio empuja a las grandes corporaciones a deslocalizar sus actividades en busca de legislaciones más laxas en materia ambiental y de protección laboral.

Esa estrategia se sirve del transporte marítimo de contenedores. Es tan rentable a la industria alimentaria, que el bacalao que se pesca en Escocia, lo hacen filetes en China, antes de regresarlo a Escocia para su consumo, porque resulta más barato que contratar mano de obra escocesa para ocuparse de ese trabajo.

Así lo cuenta Rose George en su libro Noventa por ciento de todo: La industria invisible que te viste, te llena el depósito de gasolina y pone comida en tu plato.

Tengo una amiga que no come nada que no haya sido procesado, empacado y exhibido en el anaquel de un supermercado, y otra que dice que el conuco es el ejemplo y enseña a su hija a comer la fruta del árbol. ¿Quién piensa usted que de las dos es más libre?

T / J. A. Rodríguez Estévez