Por marcelo Barros|La fuerza de la utopía (Análisis Internacional)

Este domingo finalizó, en la ciudad de Maricá, Río de Janeiro, el Primer Festival Internacional de la Utopía. Mujeres y hombres de todo el mundo se reunieron para compartir sus mejores sueños y reforzar entre sí la esperanza de un nuevo camino para la humanidad. El encuentro, rico en reflexiones y debates, tiene su marca principal en la dimensión celebrativa. No es una conferencia académica y si una fiesta lúdica y cariñosa.

Hay quién piensan en la esperanza como pasiva y acomodada. Al contrario, Ernest Bloch define la verdadera esperanza como una determinación fundamental de la persona que orienta la vida y la realidad, en dirección de un objetivo que es la utopía.

La palabra griega utopía significa «lo que está mas allá del camino.»En el siglo XVI, Tomás Moro tomó la utopía como título de su libro. Allí, habla de una isla donde no había propiedad privada y todos vivían una sociedad socialista fraterna y pacífica. Hasta el siglo XX, cuando alguien quería acusar a un filósofo de no tener ningún compromiso con la realidad, lo llamaba «socialista utópico». Ernest Bloch rescató la utopía como algo positivo. Con él, el término pasó a significar no un ideal irrealizable, sino el objetivo de una nueva sociedad. Aunque no pueda ser vivida plenamente en la historia, la utopía moviliza acciones y proyectos. Eduardo Galeano explica: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos mas allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.

El Festival de la Utopía, ahora ocurrido en Río de Janeiro, así como todos los foros sociales insisten en que la humanidad necesita y quiere cambiar de camino. La humanidad será mas feliz si pasa de una cultura de la competencia a la cooperación. Podemos organizarnos ya no desde la jerarquía sino desde la asociación; pensar el futuro no solo en corto plazo, pero también para el bien de nuestros hijos y nietos. Queremos no solo el mero crecimiento sino priorizar el cuidado de la vida humana y de la naturaleza. Soñamos con la plena igualdad entre mujeres y hombres.

La fe judeocristiana nos llama a vivir el proyecto divino para el mundo. No es solo mejorar la sociedad, sino transformarla. La Biblia habla de «…un cielo nuevo y una tierra nueva en los que no haya mas llanto, ni dolor, porque todo lo que era la primera condición fue superada y el amor divino estará todo en todos «(cf. Ap 21, 5).

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Recife/Brasil