Por Ana Cristina Bracho|Género y política (Opinión)

Noviembre tiene una segunda cita fundamental con los derechos humanos cuando dispone que día 25 de cada año se dedique a la difusión de campañas de información referidas a la violencia contra la mujer. Este segundo momento en el calendario conforma con el 8 de marzo dos días determinados por y para el género pero lo hace desde una perspectiva distinta, pues, a diferencia de aquella fecha nacida en el recuerdo del sacrificio de las mujeres trabajadoras, ahora es tiempo de ver la violencia de género que sobrevive escondida en la cultura y justificada en la historia.

De allí que con frases como “las señoritas calladitas, se ven más bonitas” se torna la conducta de las mujeres y se adapta a su espacio secundario, de ángel en la casa, como diría Virginia Woolf. Oponerse a ello es a veces escoger una habitación propia, es negarse a esa diminuta función de ser el segundo sexo, lo que es un gesto de rebeldía que en sociedades como las nuestras todavía se paga caro.

Para algunos, un ser humano de sexo femenino es un ser para la reproducción y la maternidad, así esos caminos le toque recorrerlos sola, situación que en lo general siempre será culpa de ella por no haber sabido entender las exigencias de la vida común o, tener un sentido demasiado desarrollado de independencia. En esta mentalidad, lo privado, el hogar, es el espacio natural de la mujer. Dimensión ésta que le acompaña hasta cuando irrumpe en el espacio público donde recibirá jornadas mas largas, roles menores o, será recriminada si su ascenso profesional significa algún tipo de sacrificio o apartarse del convencionalismo familiar.

En estos temas los avances que hemos tenido resultan claramente insuficientes cuando los grandes debates que requiere la igualdad material no se han dado. Siendo estos la nueva lógica de la distribución de cargas familiares, las compras y la alimentación doméstica principalmente y, de la planificación familiar, de modo que mujeres y hombres sean igualmente responsables por los hijos deseados o no.

Sin embargo, eso no significa que en la relación de las mujeres con la política no se haya avanzado e incluso que no se esté retrocediendo. Un ejemplo importante a retener es el caso de la Asamblea Nacional (AN) en cuya conformación actual no hay una sola mujer en la Junta Directiva y de las 15 Comisiones tan solo hay dos mujeres presidentas y dos vicepresidentas en un escenario de 30 diputados en roles de dirección.

No nos agotemos allí y veamos el escenario de la violencia política reciente en el que las mujeres han sido mucho mas señaladas que sus colegas hombres en los cuerpos colegiados (CNE, TSJ, principalmente) así como se ha hecho un hábito de señalarlas en virtud de si tienen –o no- hijos e insinuando conductas sexuales impropias. A buen recuerdo de esto el sencillo diccionario entre cuyas líneas un hombre público es un político consagrado y la mujer pública…, bueno pueden ustedes revisar los diccionarios.

@anicrisbracho