Por Fernando Travieso|Geopolítica del ambiente (Opinión)

La materia ambiental, esencial para la preservación de la vida en el planeta, no escapa a los intereses de quienes pretenden controlar los recursos naturales de los países en vías de desarrollo, siempre buscando utilizar asuntos de alta sensibilidad para encubrir sus objetivos.

Resulta estremecedor ver a organizaciones no gubernamentales con alta presencia en los medios de comunicación en manos del sistema financiero internacional, no pronunciarse por el ecocidio que actualmente se comete en Norteamérica, con la explotación de querógeno presente en la roca de esquisto en Estados Unidos y la capa vegetal para procesar las arenas bituminosas de Canadá.

Grupos autodenominados ecológicos venidos desde los países que se han industrializado con el saqueo del recurso petrolero venezolano y demás países exportadores, pretenden culpabilizar a los productores de petróleo, que cuentan con las codiciadas reservas, las que con la excepción de Venezuela tienden a agotarse, sin pronunciarse por el desastre ambiental que se desarrolla al Norte del continente.

La brutalidad capitalista, muy parecida a la época del comienzo de la explotación petrolera a finales del siglo XIX y comienzos del XX, destruye las reservas acuíferas de la desprotegida población estadounidense, ante el avance de la maquinaria del lobby petrolero, el mismo que impulsa la agresión contra Venezuela.

Derechos humanos, narcotráfico, armas de destrucción masiva y satanización ambiental son algunas de las estrategias que los “Tanques de Pensamiento” han diseñado para satanizar a los países con reservas de petróleo y viabilizar una intervención.

El verdadero enemigo de los intereses de las grandes corporaciones es la Constitución Nacional, que en su Artículo 303 prohíbe taxativamente la privatización: “Por razones de soberanía económica, política y de estrategia nacional, el Estado conservará la totalidad de las acciones de Petróleos de Venezuela S.A.”.

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