Glosario de significaciones reales en el habla opositora

POR: ALBERTO ARANGUIBEL B.

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Que el lenguaje utilizado por la oposición esté emparentado genealógicamente al que usamos el resto de los venezolanos, no quiere decir que el mismo sea comprensible para el común de las personas.

Lo que alguien pudiera creer que se trata de su “comprensión”, cuando se refiere al discurso de la oposición, no es sino la adecuación engañosa que (mediante un complejo proceso de emisión y transformaciones enzimáticas) el sistema cognoscitivo hace con los elementos de lenguaje emitidos por la vocería opositora, y que, por su profusión y diversidad (lo que el pueblo llano denomina: “habladera de paja”), resultan familiares a la forma en la que el cerebro humano decodifica y ordena las informaciones que recibimos, pero que no necesariamente tienen significado lógico, ni sirven, por ende, para establecer lo que en las ciencias sociales se denomina “proceso comunicacional”.

Aquí sucede exactamente lo que les pasa a lenguas disímiles que utilizan alfabetos similares, pero son, sin embargo, incomprensibles entre ellas. Por esa similitud superficial entre los elementos comunes del lenguaje opositor y el del resto de los venezolanos, es que hay quienes por momentos creen haber comprendido lo que ha querido decir la oposición, cuando en realidad lo que se está produciendo no tiene nada que ver con la intención del emisor sino con la particular capacidad del receptor para la construcción de las ideas. Este fenómeno lo explica la neurología, que estudia la capacidad del cerebro humano para leer correctamente una frase en la que se sustituyen una serie de letras a una o varias palabras y se les cambia por números.

Cuando usted escuche a alguien decirle a un dirigente opositor, algo como: “Ah, ya entiendo”, lo que en verdad estará escuchando siempre es: “Ah, ya mi cerebro acomodó toda esa sarta de sandeces en algo lógico que, de acuerdo a mi capacidad de raciocinio, se me parece a una idea coherente, siendo que, en términos absolutos, no dijiste nada.”

Por razones de economía del lenguaje, esta forma de expresión extendida no es utilizada por el común de las personas, sino más bien aquella escueta: “Ah, ya entiendo”. Lo que a la larga lleva a hacerle pensar a la dirigencia opositora que su mensaje pudo haber sido comprendido y que logró el cometido de convencer a alguien. Algo que indefectiblemente los conduce a conclusiones equivocadas y hasta peligrosas, si se consideran los riesgos a los que esa dirigencia expone hoy a la democracia venezolana.

De ahí que un ejercicio imperativo para llevar adelante cualquier proceso de intercambio de argumentaciones políticas con la oposición, en función de la paz y la estabilidad política indispensables para la superación de las difíciles coyunturas por las que atraviesa el país, sea el uso de eficientes técnicas de descifrado o desencriptación del lenguaje, que faciliten la lectura correcta de sus postulados. Más aún si se sabe que, vista la complejidad del habla opositora, como decimos, pudiera haber más de una idea con más de un significado o contenido semántico, incluso con muchos.

Una idea opositora compleja que urge examinar bajo este criterio de la desencriptación es la de “posponer la elección presidencial hasta diciembre”, porque obviamente ahí lo expresado no es lo que se quiere decir.

¿Por qué la oposición pide ahora elecciones, luego de semanas de gritarle al mundo que no existen condiciones en el país para llevar a cabo ningún proceso electoral, si las únicas condiciones que han existido son (y serán en diciembre) exactamente las mismas que han existido siempre y que de ninguna manera han sido modificadas ahora por el rector electoral, sino más bien, por el contrario, se han perfeccionado las existentes, tal como lo declarara esta semana la presidenta del ente comicial, Tibisay Lucena? ¿Quieren de verdad elecciones o solamente están jugando de nuevo a la neurotización de la sociedad en procura de un estallido social?

Una primera acepción inequívoca de esa propuesta de posponer la elección hasta diciembre, es, con toda seguridad, la que pudiera resumir la frase extendida: Hay que darle un mayor margen de tiempo a la guerra económica, porque parece que todavía el pueblo no deja de ser chavista a pesar del sufrimiento que nuestro bloqueo económico le está causando.

Con esa acepción no habría ninguna necesidad de hurgar mucho más en las entrañas del discurso opositor para encontrar otra que le resulte valiosa a la dirigencia opositora. Pero, una idea tan importante para la oposición no es probable que no sea reforzada con otros elementos discursivos de gran significado. Tiene que tener “ideas implícitas”, como les dicen en mercadotecnia a esos significados no expresamente escritos pero que están en el mensaje.

Una idea implícita (o contenida en la anterior) tendría que ser, sin lugar a dudas: Maduro nos volvió a derrotar, esta vez en la guerra de la abstención, y la elección como que sí va a darse sin problemas, pero quedándonos nosotros como la guayabera. Mejor vamos a decir que sí, pero que nos den ahora chance de acomodarnos.

Otra opción, que no puede ser descartada de ninguna manera, es: ¡Qué vaina!… ni siquiera le ganamos al papanatas de Falcón y seguimos creyendo ingenuamente que podemos ganarle a Maduro. Mejor es que rodemos esa elección hasta diciembre a ver si de aquí a allá el imperio se decide por fin a invadirnos y salimos de esto, y además con unos cuantos dolarcitos de ñapa.

Con toda seguridad está inmersa ahí la idea que más define al prodigioso ingenio del intelecto escuálido promedio: No importa que hayamos pedido elección durante meses y quemado gente para obligar a que se diera, para después acusar de tirano a Maduro por convocar esa misma elección. Vamos a pedir elección de nuevo y después nos volvemos a echar pa’ atrás. Total, como los venezolanos son estúpidos, no se van a dar cuenta.

Y, obviamente, la más poderosa razón ideológica para cualquier buen escuálido uña en el rabo: Qué Constitución ni qué Maduro ni qué Tibisay… ¡Aquí se tiene que hacer lo que a nosotros nos dé la gana, y punto. ¡Y si no ganamos, pues, gritamos Fraude y listo!”

¿Por qué la oposición no usa los elementos convencionales del habla venezolana común para explicar su punto de vista sobre aquellos aspectos del debate político que le parecen importantes de comunicarle al país? Pues, porque nadie de la derecha en su sano juicio podría enfrentarse a la opinión pública con la desfachatez y el cinismo al que sus convicciones neoliberales le obligan, sin obtener como respuesta el más resonante y contundente repudio.

Es decir; si las verdaderas intencionalidades de las ideas opositoras fuesen expresadas abiertamente, y sin los usuales enmascaramientos a los que tiene que apelar el liderazgo opositor, lo más probable es que el discurso opositor sería correctamente comprendido. Y eso de ninguna manera podrá ser aceptado jamás por una oposición que sabe que su propuesta, además de inviable, no es de ninguna manera potable para una sociedad políticamente madura, como la venezolana.

Ante estas evidencias del carácter enfermizamente fraudulento de un sector político inmoral e irresponsable como ha demostrado ser la oposición, le corresponde a las venezolanas y los venezolanos determinar hasta qué punto le interesa al país mantenerse en la zozobra que genera un debate político perturbado con el uso sistemático de la mentira que ese sector contrarrevolucionario se empeña en utilizar como fórmula discursiva, o si, por el contrario, lo que se necesita es fortalecer con el esfuerzo de todas y de todos la fórmula infatigable de la paz para alcanzar el bienestar económico que propone la Revolución Bolivariana.

Mediante la falsedad es imposible resolver los problemas económicos de ningún país. En Venezuela, la única alternativa contraria a la mentira y al engaño que profesa de manera terca la oposición, es la alternativa de trabajo, honestidad, transparencia y rectitud chavista, que encarna Nicolás Maduro. Ninguna otra.

Esa importante decisión entre ambas opciones, tiene que tomarla el pueblo este 20 de mayo, independientemente de su posición o convicción política. Se trata de un acto de compromiso histórico con la patria… y con la verdad.

@SoyAranguibel