Por Hugo Cabezas|Golpe Sostenido (Opinión)

Necesario es repetirlo: nunca antes, en el mundo, gobierno alguno había sido sometido a un asedio, tan largo y tan intenso, como el gobierno venezolano que se inició en el año 1999. Las razones no son otras que las de edificarse a partir  de los principios de soberanía y libre determinación, en un mundo multipolar en donde impere la justicia social, la cooperación solidaria, la libertad y la igualdad de los pueblos. Nació una nueva Venezuela, cargada de nobles y hermosos sueños. Había que detenerla. Y, desde antes de la propia elección de Hugo Chávez, como Presidente de la República, comenzaron a diseñar los planes conspirativos para evitar su elección y, luego, su ejercicio del poder. El nuevo gobierno venezolano emergía como un problema para los intereses imperiales, de ello se dieron cuenta Clinton, Bush y Obama, por eso giraron instrucciones al Departamento de Estado, de defensa y del Tesoro para hacerle imposible el ejercicio del poder a Hugo Chávez y a Nicolás Maduro. Organismos estos que, a su vez, instruyeron al oposicionismo en nuestro país para que ejecutaran los planes por ellos diseñados. A lo largo de estos diecisiete años, intensas y extensas han sido las rutas que este esquizofrénico oposicionismo  ha transitado, intensos y extensos han sido los planes y las acciones ejecutadas para derrocar el gobierno revolucionario venezolano.

El imaginario conspirativo es inusitado, no ha quedado por fuera ningún detalle. El tradicional golpe de estado quedo atrás. Usan nuevas técnicas, nuevos métodos; ensayan nuevas tácticas y nuevas estrategias. El problema no es solo político, ni económico, es de una mayor dimensión, es integral, está en juego la supremacía del poder imperial sobre el resto de los países del continente. Es una nueva versión de la Doctrina Monroe y su corolario Roosvelth, más sofisticada, finamente diseñada. La Doctrina de la Seguridad Nacional, puesta en ejecución desde el año 2002, no necesita ocultarse en la Alianza para el Progreso, ni en los cuerpos de paz; ni en el Plan Camelot, ni en el Programa Minerva. Su base de sustentación es la fuerza, su poderío militar. Ideologiza su acción. Y, al hacerlo, se propone que las repuestas que se dé al ejercicio de sus pretensiones, estén cargadas de contradicciones conceptuales, rayanas con barbarismos jurídicos.

Es así, como lograron imponer la afirmación de: “golpe constitucional”. Por esa vía justificaron el derrocamiento de Aristide, en Haiti; de Zelaya, en Honduras y de Lugo, en Paraguay; por esa vía, quieren derrocar a Dilma Roussef, en Brasil; a Rafael Correa, en Ecuador; a Evo Morales, en Bolivia y a Nicolás Maduro, en Venezuela. La táctica ha sido la misma: ilegitimar los gobiernos, a pesar de su legalidad constitucional, a través de una intensa y profusa campaña mediática de descrédito, nacional e internacional; para ello, el desabastecimiento de los principales productos alimenticios de la dieta diaria, estimular la inflación a través de la especulación, generar caos y promover actos de violencia, promover el surgimiento y desarrollo de la delincuencia organizada, estimular el desarraigo y la pérdida de amor a la patria y sus valores, generar incertidumbre, estimular el fatalismo son, entre otros, mecanismos utilizados por el imperio y sus peones oposicionistas para justificar, ideológicamente, sus “golpes constitucionales”.

@hugocabezas78