Nacemos y nos incorporamos a una cultura establecida que impone el gusto y determina la costumbre.
Cuando el gusto se hace costumbre, define los comportamientos y por tanto las preferencias.
¿Quién no lo sabe?, no estoy descubriendo “el café con leche”, así dice un viejo dicho “costumbrista”. Todo pensamiento que pretende ser hegemónico tiene eso como estrategia. Lo cual no es difícil llevar a cabo si cuentas con el poder y los medios para hacerlo. Si no lo haces, o eres bruto o eres tonto.
El humano como un animal más que es aprende mayormente por condicionamiento, y el aprendizaje condicionado no pasa por la conciencia. Usted vive un mes en el Zulia o en Margarita o en Bolivia y termina hablando zuliano, margariteño o boliviano.
A un recién nacido usted empieza a cargarlo en brazos para que se duerma, ya desde la primera vez se acostumbrará y tendrá que cargarlo cada vez que tenga sueño. Por condicionamiento se adquieren los hábitos, los buenos y los malos. El asunto está en precisar cuáles son los hábitos buenos y cuáles son los malos.
El capitalismo entiende perfectamente todo lo referente al gusto y a la costumbre para valerse de lo establecido para vender su mercancía material o no, pero también en función de lo que quiere vender, bien sea un pantalón o una idea, induce el gusto para que te envicies.
Una idea puede ser un sabor, un color, un ritmo musical o un pensamiento político. Si aún no lo entiende, aquí viene la Navidad para que lo comprenda. Sin pretensiones de puros, sino mirándonos como víctimas y victimarios.
En lo político hasta ahora, gracias al comandante Hugo Chávez, hemos podido introducir un nuevo lenguaje. Aquí hablamos de socialismo sin temores. Pero la realidad termina arropando al lenguaje mismo. La estética que aún prevalece es la del capitalismo porque esa es la cultura dominante.
Ni siquiera en la música hemos sido capaces de incidir en el gusto. Seguimos escuchando la misma basura. Nos gusta porque nos acostumbramos a ella.
Es una trampa subestimarnos como pueblo y sostener nuestro proyecto político con base en el gusto masivo capitalista.