Por Ana Cristina Bracho|Hacienda La Floresta (Opinión)

En Estados Unidos y en otros espacios a los que irradian su cultura popular el 29 de septiembre de cada año se festeja el Día del Café. Una ocasión que, como buena parte del calendario de aquél país, se destina a acciones publicitarias. Pese a que esta sea la perspectiva original de la fecha y que en nuestro país no tenga mayor relevancia es un buen momento para mirar la historia de este cultivo que junto con el cacao constituyó el sustento nacional de la época previa al boom petrolero.

Al parecer, según reseña el portal de la Cantv, fue “…por los años 1784 cuando se hizo la primera plantación de café en los jardines de la aldea de Chacao, en la célebre Hacienda La Floresta, Blandín propiedad de Bartolomé Blandin, o Blandain, como al parecer era el nombre correcto y San Felipe Neri…”

Así, el café se cultivó a poca distancia del corazón de Caracas logrando satisfacer la demanda de dicha villa y salir del país llegando a ser un importante rubro de exportación. Aquello, con el paso de las décadas desapareció y hoy es incluso difícil conseguir un kilo de café en la metropolitana zona que se insertó en lo que fue una hacienda cafetalera.

Por un lado, aquella plantación fue reemplazada por la producción del café en los Andes y por el surgimiento de una vía de exportación que se centró en el puerto de Maracaibo, razón por la cual frente al lago se encuentran monumentales casas distintas al resto de paisaje antiguo de la ciudad pero también fue objeto de un proceso de destrucción de la producción agropecuaria nacional que no podemos seguir explicando como un facilismo procurado y universalmente aceptado por la Nación.

Ciertamente, aquellos gobiernos se sometieron a las condiciones y adoptaron un modelo económico del endoso permanente, que llevó a olvidar el tema agrícola y lo sometió a lógicas financieras preferentemente sobre las lógicas de producción pero sobretodo hubo un brutal trabajo de la opinión pública.

Mario Briceño Iragorry en 1952 recogió al respecto esta anécdota: “…Un amigo, conocedor de mi afición al buen café, me ha obsequiado un frasco de Coffee and Chicory Essence, fabricado por Paterson and Sons, en Glascow, Escocia. Con una cucharada dulcera en una taza de agua caliente, me dijo, puedes preparar un excelente café. Hice la prueba, y me resultó aquello un brebaje con el mismo sabor brómico del desagradable Sedobro. Sin embargo, parece que está a la moda en algunas mesas elegantes este infame bebedizo, que si en verdad no es café ni cosa que se le parezca, tiene al menos para los tontos el mérito preclaro de proceder de una ilustre ciudad británica.”

Por ello, sometidos como estamos a las consecuencias de un siglo de economía petrolera con el retorno a la siembra no debemos agotarnos a pensar cuáles serían los beneficios sino cuáles son los retos y los enemigos que siempre venderán la idea del prefabricado, desinfectado y esterilizado concepto de alimentación.

@anicrisbracho