“Hemos logrado traer el campo de Carabobo a Caracas”

Apreciar a la altura de la vista, y a pocos metros, el escenario del campo de Carabobo, con su terreno ondulado, agreste, de vegetación reseca, con montarral y chaparros, es una oportunidad única para caraqueños y visitantes a la Sala 1 del Museo de Bellas Artes, a través de una serie de fotografías panorámicas en blanco y negro, tomadas este mismo año por Rodrigo Benavides. Las imágenes muestran el terreno en el que hace 200 años el Ejército Libertador, bajo el mando de Simón Bolívar, libró la batalla más importante de la historia de Venezuela.

La exposición, que permanecerá en la sala hasta marzo del 2022, tiene por título “Carabobo 2021, la Escala de la Historia”, fotografías de Rodrigo Benavides. Con ella, el Museo de Bellas Artes se sumó a las festividades del Bicentenario de la Batalla de Carabobo.

En palabras de Zacarías García, director general del MBA, asentadas en el catálogo, “estas fotografías, realizadas con las calidades que solo puede lograr un maestro de ese oficio moderno como lo es Rodrigo Benavides, ponen ante nosotros los lugares donde sucedieron aquellas acciones, captadas ahora después de doscientos años con la paz y el sosiego que nos dio la independencia. Esos parajes donde la naturaleza con su vegetal inteligencia ha curado las heridas y ha hecho sublime el sacrificio de nuestros hermanos, son testigos del cumplimiento del tiempo histórico y de estos ciclos en los que la vida y el afán de varias generaciones de seres humanos va conduciendo a las sociedades hacia su propio destino”.

Para García, contemplar estas panorámicas es comprender que la fotografía no es como se pudo afirmar en algún momento: el tiempo detenido. Se trata más bien en este regreso sensible al Campo de Carabobo de la recuperación de la conciencia del tiempo histórico.

Rodrigo Benavides, encontrado por casualidad en la propia sala de exposición, confesó que desde el año 2006, cuando trabajó en un proyecto sobre el bicentenario del arribo de Francisco de Miranda a las costa venezolanas , y luego en el 2010, con los doscientos años del 19 de abril, venía madurando una propuesta fotográfica expositiva, de carácter didáctico, con motivo del bicentenario de la batalla de Carabobo. En mayo de este año, luego de que en el 2020 el MBA estudiara y aceptara su propuesta, se encontraba con sus implementos fotográficos, acompañado de baqueanos de la zona, recorriendo el mismo sitio por los que hace 200 años pasaron y entraron en combate los soldados patriotas.

“Esta exposición”, señala Benavides, “la venía prefigurando desde hace muchos años. La primera fecha que podría citar es la del 2006, cuando se cumplió el bicentenario de la llegada de Miranda a las costas venezolanas. Yo trabajé en ese proyecto del bicentenario de Miranda cuya exposición se hizo en la GAN. El tema histórico, que ya lo había trabajado en ese momento, fue como una inmersión en el mundo de la historia desde la fotografía que se hace en ausencia. O sea, fotografiar algo 200 años después es un desafío. Para mi lo fue. Sin embargo, en la ausencia de personas queda el espacio. Y ahí hay muchas cosas que descubrir para un fotógrafo curioso como yo, viajero, lector y amante de su país, orgulloso de su historia, interesado y defensor de ella. Entonces, claro, toda aquella metodología que tuve que poner en práctica para la exposición de Miranda, se quedó como palpitando. Posteriormente he hecho otras cosas históricas ya sea por iniciativa propia o porque me las encargaron”.

El currículo de Rodrigo Benavides lo presenta como nacido en Caracas en 1960, fotógrafo, docente, investigador, laboratorista y editor visual. Estudió fotografía en Londres, Inglaterra, entre 1980 y 1982, luego fue becado para estudiar en París entre 1983-1984, y después entre 1984 y 2004.

Cuenta Benavides que en el 2010, a propósito del bicentenario del 19 de abril, estaba a título personal en el Salón Elíptico del Palacio Legislativo. Allí vio con ojos renovados la obra Batalla de Carabobo de Martín Tovar y Tovar, lo cual le despertó nuevamente ese pensamiento colectivo que a veces, dice, no decantamos lo suficiente, aunque, en su caso personal, se ha acostumbrado, metodológicamente, a permanecer sensible no solamente con los temas histórico, sino con la geografía, el paisaje, los gentilicios, los pescadores, las tejedoras.

LANZARSE A LA ESCENA

Benavides confiesa que esa fecha del 2010 lo puso en sintonía con lo que venía, aparte del 5 de julio de 1811: el 24 de junio de 1821. Desde entonces se propuso el desarrollo del proyecto expositivo, de carácter didáctico reflexivo, esencialmente con la fotografía documental, que algún día iría a hacer en el campo de Carabobo. En efecto, en medio de la pandemia, a finales del 2020, ya veía cerca la fecha y le hizo una propuesta al Museo de Bellas Artes, que fue aceptada como parte de las actividades de la institución dentro de la programación bicentenaria.

Desde entonces comenzó a desarrollar el programa de trabajo y viajar al campo de Carabobo con la cámara panorámica que lo ha acompañado en pasadas experiencias. Con apoyo del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, del Instituto de Patrimonio Cultural, y otras instituciones, pasó cinco días recorriendo la zona, acompañado por los llamados “Centinelas de las Ruta de Carabobo”, un grupo conformado por residentes del lugar; algunos de ellos son descendientes de los baqueanos que hace 200 años acompañaron al Ejército Libertador en su travesía hacia el campo de batalla.

Relata Benavides que hizo las fotos, las reveló, se digitalizaron, se ampliaron y allí, como resultado, está la exposición en el Museo de Bellas Artes, como parte de una puesta en valor de esa historia que es mucho más de lo que nos han contado, y mucho más de lo que se ha escrito, y que no todo lo que se ha escrito es verdad; algunas son interpretaciones como la llamada novela histórica.

“Es un mundo donde cabemos todos”, dice.“Eso me ha atraído mucho. Creo que la disposición que tenemos en la sala de esas fotografías en gran formato, las panorámicas en blanco y negro, que miden 140 centímetros de alto por 430 centímetros de ancho, digamos que han permitido constatar que la aspiración inicial que yo mismo propuse como estrategia de interés en su momento, que se reduce a esta breve frases: vamos a traer el campo de Carabobo a Caracas, lo hemos logrado. Es decir, el espectador puede literalmente inmiscuirse en la escena, casi que lanzarse a la escena, estando en el centro de la imagen y a una distancia determinada porque la visión horizontal propicia esa disposición perceptiva”.

Benavides ha participado en talleres de formación y en talleres de fotografía en Francia y en Barcelona, España. Entre el 2010 y el 2013 fue director del Museo Nacional de Fotografía de Venezuela. Ha sido jurado de concursos nacionales e internacionales, entre ellos el Premio Latinoamericano de Fotografía 2012, en Buenos Aires En el 2019-2020 fue galardonado con el Premio Nacional de Cultura, mención fotografía.

La exposición en el MBA está acompañada de una serie de actividades, entre ellas el seminario “Conciencia e imaginario nacional”, que se realiza cada jueves de la semana flexible, en relación con la pandemia, desde las 10:00 am hasta las 12:00 m. El seminario está conformado por varios ámbitos temáticos: fotografía y arte, literatura y filosofía, diseño y comunicación, cultura y antropología. El jueves de la semana entrante estarán como invitados Glenda Igarza y Oliver Betancourt, miembros fundadores del colectivo Los centinelas de la ruta de Carabobo.

EL SILENCIO DE LA FOTOGRAFÍA

En torno a la visión que tenía Benavides del campo de Carabobo y lo percibido en el terreno, señala que antes lo había recorrido, pero solo en área de la sabana. Por lo demás, su visión era superficial.

“La sabana”, sostiene, “es un espacio muy reducido en comparación con todo el área del campo, que es más amplia y preponderantemente ondulada, que es donde está esa geohistoria que hizo posible la hazaña de la victoria obtenida en la batalla.

–Victoria obtenida bajo un palo de agua…

–Eso fue por cierto lo que salvó a los españoles. Al ejercito realista si algo lo salvó fue el palo de agua que les permitió huir. La lluvia los salvó de que no los alcanzaran cuando iban en estampida.

-¿Cómo fue su experiencia con los centinelas de la ruta?

-Ello son los que hacen vida dentro del campo. Luego de 25 años se constituyeron como grupo y han desarrollado una labor muy interesante para mantener viva la historia local. Ellos fueron los que me acompañaron el recorrido para las fotos. Fue un verdadero privilegio contar con ellos; permitieron sentir la historia paso a paso.

–¿Cuál es su visión de la fotografía vinculada al hecho histórico ?

–Es complejo responder, sin embargo, yo creo que pareciera que la historia se quedó en la pluma de los historiadores, y si bien ellos hacen su labor tan comprometida y tan útil a la sociedad, yo creo que en esta época en particular, nos encontramos con la ampliación de los discursos. Yo creo, me aventuro con este comentario, le podemos encontrar a ese asunto de la globalización algo así como si se abrieran todas las ventanas de un solo guamazo, y, al abrir todas las ventanas, entra lo bueno y todo lo malo, como en los puentes, entonces, ese pulso permite que de una vez participen perspectivas, o como dirían los sociólogos, otros lugares de enunciación. Y ahí es cuando yo he visto la posibilidad de investigar bajo la premisa de la intertextualidad, es decir, ver todo desde diferentes ámbitos y sumarlo todo. Entonces, en definitiva esa posibilidad de ver ese asunto histórico 200 años después, en ausencia, me permite a mi ir a buscar en ese espacio territorial particularísimo, donde ocurrió aquello, elementos que permitan establecer asociaciones directa o no, a través de lo simbólico, el retejido de esa historia. Yo no soy actor, ni cineastas, no estoy queriendo escenificar la historia, eso que lo hagan los que trabajan otros discursos importantes. Yo voy más bien con el silencio absoluto de la fotografía, con una cámara sencilla, sin grandes despliegues tecnológicos que no me interesan, sino con una cámara del siglo XIX, estar presenta allí, vivir eso, sentirlo, compartirlo y traducirlo y pasarlo a fotos.

–De todas maneras a todos ellos se le escapó el chaparro que usted capta en la fotografía…

–Incluidos al colega Martín Tovar y Tovar. Aprovecho decir que el único árbol que sobresale de la memorable obra Batalla de Carabobo, no es un árbol oriundo de Venezuela ni del campo de Carabobo. El árbol al que más se parece ese árbol es el chaparro, por cierto.

T/Manuel Abrizo
F/Miguel Romero