El sur también existe|Los heraldos negros (Opinión)

De pronto el sol se torna negro, una sombra se proyecta se él y lo hace casi desaparecer. Sol negro este de duelo en abril, con la partida de seres queridos, una de sangre, otro de la vida. Eduardo Galeano fue siempre de los imprescindibles, desde la taza de café en su amado Café Brasil, en las serenas calles de su Montevideo, hasta las selvas venezolanas que casi le cuestan la vida cuando era reportero de Prensa Latina. El paludismo casi se lo lleva en una de esas y lo deja sembrado en este Caribe de arena, mar y montañas.

Radiografió al mundo, a la historia con sus palabras, nos aleccionó de una manera militante, comprometida con el ser humano, antes que cualquier academia. Así era, un prestidigitador de la palabra, un mago sereno, un hombre de lucha que hoy se despide y nos deja como herencia un compromiso con su pensamiento, un compromiso con la identidad latinoamericana.

No fue nunca hombre de poses, ni de retóricas vacías, fue un hombre íntimo, metido en la piel de los pueblos indígenas, de la negritud, del amor, que también de eso sabía y mucho.

Junto a Elena, su compañera de la vida, combatió el cáncer, lo redujeron, lo minimizaron ambos. Pero el mal volvió y nos lo quitó. Grande será el día en que la humanidad detenga ese flagelo que nos quitó también al gigante de América en el siglo XXI, el Chávez nuestro.

Hoy el dolor suma dolor, el mismo día en que sepultaba a la abuela, nos llega la noticia de su partida. Quienes tuvimos el honor de conocerlo, de estar en su casa, sabemos que era un hombre genuino, que su vida era expresión de sus palabras, que sus ideas eran corpóreas.

La humanidad pierde a uno de los que más bregó por hacerla humana, que no transó jamás, que fue irreductible en su compromiso con los pobres, con los despojados.

Debemos ser dignos herederos de sus enseñanzas, de sus palabras, de su pensamiento comprometido, claro, firme y armónico. Creo que su vida fue eso, una sinfonía bien afinada, que nos interpela y nos mueve a ver que lo que más importa es el corazón que entregamos, el amor, que cualquier propiedad que nos territorializa. El amor es una dimensión superior que rompe cualquier muralla. “Hay golpes en la vida tan fuertes, yo no sé…”

T/ Ramón Alirio Contreras