Ana es el nombre tentativo de la producción|Los hermanos Rodríguez exponen la discapacidad emocional en su primera cinta de ficción

Los autores de Manos mansas, piensan que se debe apoyar más la exhibición de los documentales

Los hermanos Andrés y Luis Rodríguez son realizadores con una amplia trayectoria en el género documental. Bajo este formato han dirigido alrededor de 50 cortos y mediometrajes, siendo Manos mansas su primer largo estrenado el año pasado. La mayoría de sus trabajos ofrecen una mirada sobre aquellos personajes tradicionalmente marginados, en ocasiones invisibles ante la sociedad.

Sobre esa misma linea se ubica el argumento que mueve la ópera prima de ficción de este par de cineastas, que muy seguramente estará en carteleras en el primer semestre de 2011. Por ahora, terminan la etapa de montaje y la obra tiene como nombre tentativo Ana.

Andrés Rodríguez refirió la posibilidad de que el título no sea el mismo una vez finalizada la cinta. “Cuando tienes la historia, la desarrollas y nunca le diste nombre, es muy difícil conseguir después un título. Además, está el problema de que el nombre tiene que vender la película y debe representar lo que ella contiene”.

Ana es el nombre del personaje central de la historia, interpretado por Vanessa Di Quattro. Una dama de unos 19 años con discapacidad auditiva, que contrasta con la discapacidad emocional de su familia. Ana es abusada por personas de su entorno más cercano. Su madre, Julia (encarnada por Juliana Cuervos), la maltrata, pero no porque sea mala, sino porque no cuenta con las herramientas emocionales necesarias para convivir con la situación de la chica.

La joven también es abusada de forma sistemática por Antonio (Rubén León), pareja de Julia, una mujer atareada en la sobrevivencia que además trabaja con Ana en una textilera. Por otra parte, cuando llegan del trabajo Ana asume el rol de ocuparse de sus hermanos más pequeños, Manuel (Jhonnattan Pimentel) y Sofía (Caremily Artígas).

La protagonista, tampoco ha tenido acceso a una educación adecuada para ella, por tanto se ve en la obligación de aprender una manera especial de comunicación que utiliza especialmente para relacionarse con sus hermanos a quienes ama y son lo más cercano para ella.

“Queríamos insistir en algo que hemos hecho en nuestro trabajo: Remarcar la gran brecha que consideramos que hay entre los adultos y los niños, las niñas y adolescentes. La película pudiera tratarse también de la pérdida de la inocencia, o sobre la incapacidad emocional, porque los capacitados somos los más incapacitados emocionalmente para ver una cantidad de situaciones que están a nuestro alrededor, y no nos damos cuenta”, reflexionó Andrés Rodríguez.

Finalmente, Ana, por temor a que el abuso ejercido sobre ella se desborde hacia sus hermanos, toma una decisión drástica, con fuertes implicaciones. “La idea era hacer una película fuerte, oscura en algunos aspectos, densa”. “El personaje central, y todo lo que ella representa, es la luz en medio de la oscuridad”.

El tema de las personas con discapacidad es un área en la que ya han trabajado los mellizos Rodríguez. Según comentan, la situación de Ana “se da en la realidad. Esas personas que tienen discapacidades muchas veces son tratadas de la manera incorrecta. Son potencialmente blanco de abusos” de individuos que quedan impunes, formuló Andrés Rodríguez.

“Esa posición, por muy cliché y superficial que parezca, es una realidad contundente. Quienes han trabajado en esta rama del campo social se da cuenta de que es una dinámica que se repite sistemáticamente y en cualquier estrato social”, sostuvo.

La idea original del relato es original de Luis Alejandro y Andrés Eduardo Rodríguez, aunque contaron con la pluma de Rafael Pinto para el desarrollo del guión. La producción ejecutiva estuvo a cargo de la Fundación Villa del Cine, mientras que el productor general fue Manuel Pérez.

Con una trayectoria como documentalistas, para los Rodríguez fue todo un aprendizaje el rodaje de este primer largometraje de ficción. Acostumbrados a trabajar con equipo mínimo, para ellos fue un reto estar a cargo de unas 40 personas involucradas en este proyecto. “Cuando uno trabaja prácticamente sólo no le da mayores pistas a nadie, porque no cuentas con un asistente de dirección ni, ni un director de fotografía, uno hace todo eso. Esto fue un salto para nosotros. Aprendimos muchas cosas, lo que se debe hacer y lo que no”, contó Luis Alejandro Rodríguez.

Los realizadores esperan tener más apoyo en la distribución y exhibición de su trabajo de ficción. Consideran que el trabajo realizado en ese sentido con su primer largometraje documental fue completamente insatisfactorio. Destacan el apoyo de la Villa del Cine, pero al mismo tiempo señalan que la distribuidora Amazonia Film debería tener en cuenta “que cada película es distinta y que cada una tiene su propia estrategia de distribución”.

Rechazan el hecho de que se maneje el criterio de que el documental no es comercial y por tanto no va a las salas comerciales, al menos en horarios de mayor demanda. “Si estamos hablando de criterios comerciales ¿qué es lo que estamos cambiando?”, se preguntó Luis Rodríguez. En general, opinan que se debe dar la pelea para lograr la verdadera democratización de las pantallas de cine.

T/ Luis Jesús González Cova
F/ Héctor Rattia