Por Oliver Reina|Holocausto continuo (Opinión)

Cuán poco ha avanzado en su esencia la humanidad en las últimas siete décadas. Sí, muchos avances científicos; sí, inmensos despliegues de tecnología; sí, grandes esperanzas en que el conocimiento acumulado sirva para atender necesidades históricas y trascendentes, pero mientras las expectativas van en una dirección, la realidad va por otra muy distante. Hoy, 6 de agosto y aniversario 71 de una de los mas tristes actos cometidos por nuestra maltrecha humanidad, vemos con tristeza que es mucho, muchísimo lo que nos falta para enmendar nuestra maltrecha condición.

A propósito del lanzamiento de las bombas atómicas contra la población civil de Hiroshima y Nagasaki de las que hoy y el próximo 9 de agosto respectivamente se conmemoran 71 años, una visión retrospectiva y necesariamente desprejuiciada nos llevará a concluir que conserva completa vigencia aquello sostenido y defendido por el propio Albert Einstein, padre de descubrimientos científicos que permitieron muy a su pesar y con su posterior arrepentimiento profundamente humano, construir la bomba atómica: el mundo no estaba preparado entonces ni lo está ahora para emplear los avances de la ciencia para la liberación y la paz de la especie humana.

Escribir esto, duele. Duele profundo, tanto como duele leer con muy triste frecuencia que tal o cual avance tecnológico se utiliza para la destrucción y la muerte, o que un descubrimiento científico aplicado por ejemplo a la salud o a la alimentación se mide mas por las ganancias que puede reportar que por las vidas que puede salvar o al menos mejorar. Solo desde esa ilógica puede leerse impávidamente que un dron realiza bombardeos que matan inocentes o que la investigación de una vacuna o un tratamiento novedoso para combatir algún mal no avanza por no resultar económicamente rentable. Y lo peor: no falta quien lo celebre.

Ante un nuevo aniversario del holocausto nuclear contra la humanidad –que nadie crea que las bombas se lanzaron solo sobre Hiroshima y Nagasaki, pues en realidad impactaron fue contra nuestra condición humana- debemos renovar nuestro compromiso no solo con la reflexión sino muy particularmente con la acción que conduzca a hacer del mundo un mejor lugar.

Con nuestras muy particulares condiciones desde Venezuela elevamos la bandera socialista entre otras razones por el interés irrenunciable en contribuir a la preservación de la vida en el planeta y a la salvación de la especie humana. Tal vez por eso resultamos tan incómodos para quienes a fuerza de abominables hechos, se empeñan en comercializarla o acabarla.

T/ Oliver Reina
@oliv22
Caracas