El investigador del IVIC asumirá el cargo durante el período 2015-2017|Horacio Biord Castillo presidirá la Academia Venezolana de la Lengua

El investigador y jefe del Centro de Antropología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), Horacio Biord Castillo, resultó electro para presidir la Academia Venezolana de la Lengua (AVL) para el período 2015-2017.

El intelectual ocupaba el sillón “I” de la Academia desde el año 2008, donde también se desempeñaba como secretario. Ahora como presidente, augura tiempos de grandes retos para esta institución -correspondiente de la Real Academia Española (RAE)-, fundada hace 132 años, reza una nota de prensa del IVIC.

“El primero (de los retos) es emprender una actualización institucional para adaptarse a los nuevos contextos y escenarios. El segundo es aumentar su visibilidad social en un país tan agobiado por diversas situaciones. La Academia debe ir a la calle para no encerrarse en sí misma y dar vueltas en sus propios laberintos intelectuales”, aseguró.

RECUENTO ACADÉMICO

Biord Castillo ha conquistado toda su carrera académica en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB): licenciatura en Letras (1984), maestría en Historia de las Américas (1995) y doctorado en Historia (2002).

En 1996, fue galardonado con el Premio Municipal de Literatura -mención Estudios e Investigaciones en Comunidades Indígenas- del Concejo de Libertador del Distrito Federal. Este reconocimiento fue otorgado por su trabajo de grado para optar al título de maestría de la UCAB, titulado Una ponderación etnohistórica de la obra de Oviedo y Baños: los aborígenes de la región centro-norte de Venezuela (1550-1600).

Entre sus libros se encuentran Aborígenes de la región centro-norte de Venezuela 1550-1600: una ponderación etnográfica de la obra de José de Oviedo y Baños (2001) y Niebla en las sierras: los aborígenes de la región centro-norte de Venezuela 1550-1625 (2005).

Además, es autor de los poemarios Sueño que nunca llega (1994), Quaderno de Mérida (2010); Quaderno de Quetzalan (2011), Retazos 1979-1998 (2011), Mea estrellas la noche (2013) y Quaderno de Brasilia (2014), así como de numerosos artículos y capítulos en libros. También es Individuo de Número de la Academia de la Historia del estado Miranda y miembro fundador de la Asociación Venezolana de Historia Oral.

Como investigador del IVIC, Biord se ha especializado en la etnohistoria, rama de la ciencia que combina “métodos, procedimientos y herramientas analíticas de la antropología y la historia para la reconstrucción del pasado de sociedades o grupos sociales sobre los cuales hay escasez de documentación escrita”, explicó.

A Horacio Biord Castillo lo acompañarán en la AVL Rafael Arráiz Lucca como vicepresidente), Yraida Sánchez de Ramírez como secretaria, Rafael Rivas Dugarte de bibliotecario, Carmen Mannarino de Mazzei en el rol de primera vocal y Enrique Obediente Sosa de segunda vocal.

ACTO PÚBLICO

Horacio Biord Castillo y la nueva junta directiva de la Academia Venezolana de la Lengua tomarán posesión el próximo 8 de junio, a las 11:00 am, en el paraninfo del Palacio de las Academias, en Caracas.

T/ Redacción CO
F/ Cortesía IVIC

Buenas tardes, soy de Cumaná, ayer leí en El Nacional el escrito sobre Cruz Salmerón Acosta. Una amiga cumanesa con apellidos de la Rosa Bruzual me escribe, aquí le copio su mensaje.
Yo nunca he podido olvidar este personaje, recuerdo la historia que me contaban en la casa, el sufrio muchísimo, porque su enfermedad (lepra) se la descubrieron cuando estudiaba en Caracas, de allí lo mandaron de regreso a Cumana, en esa época no había cura para esta enfermedad, su sufrimiento fue total porque de Cumana lo mandaron a Manicuare a esperar allí la muerte, y los versos que escribió allí son desgarradores, hay uno que se llama AZUL que le hizo a su novia (pariente de mamá) que se llamaba Conchita Bruzual Serra, ella tenia los ojos azules y describe en ese verso el azul del mar y el azul de sus ojos.
Me contaba el tio Alberto Sanabria que el había ido al entierro en Manicuare y que ese dia llovio allí tanto tanto que no podían enterrarlo, eran lagrimas del cielo llorando su muerte.