Correo de los derechos | Igualdad y equidad de género en la escuela (Opinión)

La educación como derecho humano ha sido reconocida en numerosos instrumentos jurídicos internacionales. Por ejemplo, el Foro Mundial de Educación (Dakar, 2000) reafirmó los principios que ya había planteado la Declaración Mundial sobre Educación para Todos (Jomtiem 1990). En ella se establece que «todos los niños, jóvenes y adultos, en su condición de seres humanos, tienen derecho a beneficiarse de una educación que satisfaga sus necesidades básicas de aprendizaje en la acepción más noble y más plena del término, que comprenda asimilar conocimientos, a hacer, a vivir con los demás y a ser».

En ese sentido, uno de los aspectos a considerar está vinculado con el reconocimiento por género. Para ello es de suma importancia que este tema forme parte de los procesos de planificación, evaluación y gestión educativa. La incorporación de la perspectiva de género en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y su proyección en las políticas gubernamentales ha sido muy positiva pero deben seguir profundizándose. La cultura machista aún marca la pauta en nuestra sociedad y la violencia por razones de género continúa existiendo con gran magnitud en Venezuela.

La indiferencia social frente a este flagelo debe transformarse en compromiso activo desde la escuela. El sector educativo puede transformar paulatinamente esta realidad, abordando el sustrato cultural que sostiene ese estado de cosas; asuntos ligados a una visión ética en el marco de un proyecto de sociedad compartido.

Nuestras escuelas corren el riesgo de reproducir las inequidades y desigualdades sociales, construir los fracasos de las y los estudiantes y contribuir con la inequidad, si no se perciben los detalles, que a veces parecen insignificantes, en las clases, en la distribución de los espacios escolares, en los juegos o formas de recrearse, en la participación de niñas y niños para tomar decisiones en la escuela, en los deportes y en todas aquellas actividades en las que interactúan. El hogar, el ámbito comunitario, los medios de comunicación son actores que también inciden para potenciar esa visión negativa y discriminatoria en la relación desigualitaria de géneros.

Los maestros y las maestras estamos llamados a actuar de manera activa y comprometida, con el fin de lograr la instauración de una sociedad efectivamente equitativa e incluyente, donde hombres y mujeres sean valorados en su misma dignidad.

T/ Pablo Fernández Blanco