Esta forma de cultivo puede alimentar a un país|Venezuela tiene unos 300 mil predios dedicados a la agricultura familiar

La agricultura familiar fue noticia esta semana en Venezuela, puesto que la patria de Bolívar albergó la Reunión Especializada de Agricultura Familiar (REAF) del Mercado Común del Sur (Mercosur). Pero no es la primera vez que ocupa primeras planas, puesto que el comandante Hugo Chávez la nombró y la reivindicó, como ahora lo hace el presidente Nicolás Maduro.

Venezuela no tiene los datos exactos de cuánto de lo que se come proviene de ese esfuerzo. Tatiana Pugh, presidenta del Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas (INIA), enfatiza que uno de los retos para la nación es hacer un censo para la agricultura familiar. Cita, no obstante, cifras del censo agrícola de 2007 y del registro de la Gran Misión AgroVenezuela que muestran que puede haber unos 300 mil predios en el país dedicados a la agricultura familiar.

DE 5 A 7 HECTÁREAS

Pugh puntualiza que se considera agricultura familiar las explotaciones agrícolas pequeñas, sustentadas con mano de obra de la familia y que producen alimentos para el núcleo primario y algunos excedentes. “Burlarse de la agricultura familiar, hacer mofa de la agricultura familiar es hacer mofa de la agricultura campesina. Todos nuestros campesinos y campesinas trabajan de esa manera”, señala, en respuesta a quienes piensan que solo es importante la gran agroindustria. La burla implica “un gran desconocimiento de cómo se hace el trabajo agrícola”.

La servidora pública recalca que naciones como Argentina o Brasil, “que son monstruos de la producción agrícola”, sustentan buena parte de su fortaleza en la agricultura familiar. “El 87% en el caso de Argentina y el 84% en el caso de Brasil las explotaciones son de tipo familiar. Más de 70% de la alimentación que llega a las mesas de los brasileños y brasileñas proviene de esa agricultura familiar”. En el caso de Chile, 9 de cada 10 explotaciones agrícolas “son de agricultura familiar”.

Para Venezuela los predios de 5 a 7 hectáreas -en promedio- son los considerados como agricultura familiar. “Casi toda nuestra producción cacaotera es producto de la agricultura familiar, al igual que la producción de raíces y tubérculos (yuca, ñame). Hay familias campesinas que pueden tener un conuco de una hectárea, o la explotación de un caficultor de 8 o 9 hectáreas”.

ALIMENTAR UN PAÍS

La agricultura familiar puede alimentar un país: “En el caso de Argentina y Brasil casi 80% de lo que llega a la mesa viene de la agricultura familiar”. Refiere también que durante el sabotaje de 2002-2003 “aquí faltó de todo, menos lo que nuestros campesinos y campesinas trajeron a las ciudades”.

Unos 10 años después “la situación debe haber mejorado, gracias al acceso a financiamiento, tierra, asistencia técnica que ha tenido la familia campesina con las políticas del Gobierno Bolivariano”.

De acuerdo con sus cálculos, raíces y tubérculos, frutales y una gran parte de las hortalizas que se consumen en Venezuela “proviene de la agricultura familiar”. Además, “la producción lechera, que muchos pensarían que es principalmente de los grandes hacendados y de los grandes productores” reside en buena parte en pequeños predios, con 15 o 30 vacas ordeñadas manualmente.

Explica, adicionalmente, que la agricultura familiar “produce lo que la familia consume, lo que quiere decir que en la medida en que hay producción familiar hay un grupo grande de venezolanas y venezolanos que tienen acceso a los alimentos”. ¿Un ejemplo próximo de ello? Lo que contaba el comandante Hugo Chávez sobre la casa de su abuela, con matas y animales.

“Uno de los retos es la visibilización de la agricultura familiar en Venezuela, y una de las maneras de visibilizarla es cuantificarla”, apunta. Se trata de “definir cuántos somos, dónde estamos y qué producimos”. Argentina, Brasil y Uruguay ya tienen esta información; solo en Brasil, de acuerdo con Pugh, hay unos 4,5 millones de predios.

CUMPLIMIENTO

Pugh remarca los logros de Venezuela en materia agrícola, que no son pocos. El país “cumplió con la disminución del hambre”, celebra. “El presidente Nicolás Maduro recibió en nombre del pueblo venezolano, y en nombre de los campesinos y campesinas que han ayudado a que eso ocurra, un reconocimiento de la FAO, y planteó la necesidad de generar programas de acompañamiento técnico de una mayor envergadura, con una mayor posibilidad de ir a los espacios a hacer acompañamiento y asistencia”.

La responsable del INIA apunta que se está promoviendo el sistema de acompañamiento rural integral “como parte de esa solicitud que hizo el Presidente y con acompañamiento de la FAO”. El día de la Alimentación el Jefe del Estado planteó la necesidad “de incorporar un mayor número de unidades a la agricultura urbana”, y pasar de 40 mil a 80 mil espacios”, ratifica. En este sentido, la Gran Misión Barrio Nuevo, Barrio Tricolor “es una oportunidad inmensa para ir generando espacios de producción agrícola, sobre todo en las ciudades”. Esos 40 mil espacios de los que hablaba el Mandatario Nacional estarán incluidos en la Gran Misión. Pugh agrega que las comunas, en los sectores rurales, tienen la potencialidad de la producción agrícola.

En la actualidad “hay voluntad política” para poder fortalecer la agricultura familiar. Existen planes concretos, como el plan nacional de semillas, el de fomento lechero, el de producción acuícola que también la apuntalan. Aparte, se mantiene la conciencia sobre “la necesidad de dar herramientas en cuanto a asistencia técnica, financiamiento y acceso a la tierra”.

La reunión de la REAF “es una señal de la importancia que le está dando el Gobierno Bolivariano a este tema”, sostiene Pugh, y recalca que “estamos convencidos de que ese es parte del camino”. El acceso a la tecnología es muy importante, estima, porque “una de las dificultades en la producción agrícola en Venezuela es la brecha tecnológica que existe entre los grandes productores y los pequeños productores”. Por eso “hemos impulsado la producción de semillas, de alevines, de genética” para ir disminuyendo “esa brecha tecnológica” y garantizar que los pequeños productores “tengan mejores condiciones y mayores capacidades para su producción”.

-¿Puede convivir la agricultura familiar con la gran producción agroindustrial?

-Están conviviendo. Sabemos que las necesidades son distintas, y sabemos que son sujetos históricos distintos, con historias diferentes. Hemos visto que en otros países hay una política diferenciada entre los grandes productores y la agricultura familiar. En Brasil hay un ministerio solo para los pequeños productores. En Venezuela todos confluyen en el Ministerio del Poder Popular para Agricultura y Tierras, pero sí hay políticas diferenciadas que permitan satisfacer las necesidades de cada tipo de productor.

UN SISTEMA PROPIO PARA LA DISTRIBUCIÓN

Tatiana Pugh no duda en calificar a los pequeños productores como sobrevivientes que han sorteado todas las dificultades (en particular la del descalabro neoliberal), y se pregunta qué hubiese pasado con la agricultura venezolana y con los campesinos “de no haber llegado Chávez y de no haberse generado las condiciones para una Revolución”. Y ella misma se responde: “Estarían todos en las grandes ciudades” como ocurrió décadas antes, “desplazados y excluidos”.

Insiste en que mucha de la producción familiar “todavía se queda en el campo”, y dice que las campesinas y los campesinos quieren producir más pero todavía dependen de la distribución de privados. En consecuencia, la dotación con un sistema propio, con centros de procesamiento, es una de las prioridades. “Ya tenemos algunas experiencias en las Bases Agrarias Socialistas, donde tenemos sistemas de enfriamiento y conservación de hortalizas”, describe.

Buena parte de lo que se vende en los puntos de distribución de la Misión Alimentación, así como en los mercados a cielo abierto “son producto de la agricultura familiar”. Esos bienes son ofrecidos a precios asequibles, precisa.

En el sector agrícola hay un alto componente especulativo, “no vinculado con la estructura de costos ni con un problema de estacionalidad”, critica. Es por esa causa que un producto que se vende a puerta de finca en 10 o 14 bolívares el kilo, se vende en Caracas en 80 bolívares. El plan logístico de distribución de alimentos anunciado por el Jefe del Estado es, en consecuencia, un asunto verdaderamente importante.

LA TIERRA EN LA SANGRE

Sin temor a exagerar se podría decir que la presidenta del INIA, Tatiana Pugh, lleva la tierra en la sangre. El Pugh proviene de su abuelo, estadounidense que combatió en la Segunda Guerra Mundial y que no pudo soportar vivir en un país que había cometido tantas atrocidades. El abuelo llegó al estado Zulia, con la explotación del petróleo, pero se dedicó a la agricultura. Pugh es caraqueña y estudió Agronomía en Aragua.

“Soy de la generación de Tazón”, refiere la presidenta del INIA, al narrar que, como estudiante de la Universidad Central de Venezuela en los años 80, le tocó soportar la represión desatada en 1984 contra un grupo de estudiantes que venían a Caracas a protestar. “Yo iba en uno de los autobuses”, confía. Los ataques contra las y los estudiantes por parte de los organismos de seguridad del Estado eran el pan nuestro de cada día.

La tierra del abuelo es la tierra que Pugh lleva en las venas y que la hace defender a campesinas y campesinos y a desmontar algunas de las falsas creencias que le inocularon en la universidad.

“Recuerdo que un campesino me dijo una vez, hablando sobre los campos experimentales, que el mayor campo de experimentación que había en América Latina era Venezuela, porque nosotros estábamos experimentando una cosa rara que se llamaba Revolución Bolivariana, y que eso significaba que todos somos investigadores”, comenta. La visibilización de las campesinas y los campesinos, así como el reconocimiento de su legado, son solo la punta del iceberg del cambio en el campo venezolano.

T/ Vanessa Davies
F/ Miguel Romero