Nelson Guzmán|Impunidad y perdón (Opinión)

La impunidad y el perdón han recorrido sin destino honorable nuestra historia como República. Bolívar lo dijo: acá a cada conspiración le sigue un perdón. Al contrario de lo que podría pensarse, esta conducta otorga confianza a los que permanentemente acechan para violar las leyes. No es un maltrato hacer recaer el peso de la ley sobre aquel ciudadano que acecha en las tinieblas con la esperanzas de dar su puñalada.

Los años en que Hugo Chávez fue Presidente, el país fue asediado, se organizaron invasiones de paramilitares, los medios de comunicación privados minimizaban las conspiraciones y tildaban a los bolivariano de paranoicos. Esa historia se repite con Nicolás Maduro.

Los líderes populares de nuestra República han sido maltratados, acusados con infamia de corruptos y de locura. Lina Ron, a quien le cupo revitalizar la conciencia de los desheredados de la Tierra, fue maltratada. La burla ha alcanzado a los hombres y mujeres que contribuyeron a la formación de nuestra nacionalidad. La ceremonia para elevar a Negro Primero al Panteón Nacional fue objeto de mofa, lo fueron también las gestas de Juana la Avanzadora. A los ojos de nuestra burguesía atrasada los líderes del pueblo no sirven para nada.

La conspiración contra nuestra democracia ha sido implacable, CNN nos desacredita internacionalmente. Los intelectuales en Europa nos venden como un movimiento de atrasados, de trogloditas, sin que nuestras legaciones diplomáticas respondan con la fuerza de la pluma esas infamias.

A la Revolución Bolivariana le ha tocado luchar contra nuestros enemigos internos y contra la conspiración de la burguesía internacional, la del Pentágono y la CIA que tienen aliados en nuestros territorios que predican a todo pulmón la necesidad de invadir el país.

No es posible desnaturalizar, en términos de una amnistía, las leyes de la República y poner en libertad a quienes que han asesinado al pueblo venezolano. La matanza de Llaguno derramó la sangre de los condenados de la tierra sin que muchos de los operadores políticos hayan ido a la cárcel. La misma agenda del terror fue replicada cuando Maduro ganó las elecciones presidenciales.

El neoliberalismo ha comenzado la guerra recientemente en Argentina, su esperanza es que caigan completamente en sus garras Venezuela, Brasil, Ecuador. Esa agenda del terror ha pretendido imponérsele sin ningún éxito a Bolivia. Manuel Zelaya fue depuesto de sus funciones en Honduras por un militarismo de ultraderecha. Igual ocurrió con Fernando Lugo en Paraguay y el golpe parlamentario que recibió. Nuestra hora de las angustias comenzará en enero, la obsesión de esta gente es dar al traste con el gobierno de Maduro.

guznelson@yahoo.es