Por Ileana Ruiz|Intelectuales organopónicos (Opinión)

No, no corrija que el título está bien escrito. No voy a referirme en esta nota al concepto de intelectual orgánico desarrollado por Antonio Gramsci, quien observara que “…Cada clase social fundamental tiende a crearse su propio grupo de intelectuales, que le da homogeneidad y conciencia, en el terreno económico, pero también en el político y el cultural”. Voy a recrear este concepto a la criolla como balance de la jornada de intercambio de alimentos, acción de una iniciativa de organización popular llamada “La alpargata solidaria” que se va moviendo por los lados de Caracas.

En primer lugar, las y los organopónicos realizan su producción intelectual con base en un sustrato sólido que tiene los nutrientes necesarios para generar conocimiento: la ideología. Ahora bien ésta no puede ser abandonada a la intemperie porque se convertiría rápidamente en un erial; al contrario, ha de regarse con el goteo sistemático de la lectura reflexiva y la discusión grupal. La revolución también se come y se demuestra en los modos de toma de decisión, talantes y temas de la conversa, el tumbao al trabajar, la proximidad física.

Por otra parte, la prosumisión obedece a una ejecución planificada; es un sistema en el que cada eslabón protagoniza un proceso de aprendizaje significativo e inacabado. Se pueden marcar hitos, hacer pausas u organizar los momentos como capítulos de una crónica, más ésta no es una sumatoria de historias individuales: hay que aprender a leer la palabra contextualizada para construir la memoria.

Otra característica del intelectual organopónico es el sentido de pertenencia y colectividad. La satisfacción propia surge del compartir, el intercambio, la búsqueda del bien común. La inicial confianza mutua se va transformando en cariño: la sabiduría es amorosa. No es lo mismo ir a un mercado cualquiera a comprar un kilo de verdura o hacer una cola frente a un abasto que invertir tal vez el mismo tiempo (o incluso más) en clasificar, pesar, organizar una cadena humana para embolsar la comida que se llevará a casa luego de haberse alimentado con los cuentos, la alegría, las experiencias de las compañeras y los compañeros que trabajaron codo a codo durante la jornada.

Todo combo debe estar bien aliñado: luego de ser pesado al corazón por ciento, espolvoree con humor, combine la diversidad cromática hasta lograr la estética del pluralismo social y añada una pizca de sorpresa: el punto justo no es rígido ni uniforme.

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