Interculturalidad: lazos desde lo que somos

TEMÁTICA/DERECHOS HUMANOS

POR: RED DE APOYO

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Mestizaje

Ska-p (CD: Incontrolable)

…desde Filipinas a América Central,
desde el Polo Norte hasta Madagascar,
este puto mundo no es de nadie y es de todos,
cinco continentes en un mismo corazón…

…no fronteras, no banderas, no a la autoridad
no riqueza, no pobreza, no desigualdad
rompamos la utopía, dejemos de soñar,
arriba el mestizaje, convivir en colectividad
gritaré que ardan las banderas por la fraternidad
que caiga el patriotismo y la hostilidad racial
cultura popular….

 

La interculturalidad cobra sentido en el momento en que reconocemos al menos dos cosas. Una, que formamos parte de un colectivo con el que compartimos tanto un territorio como referencias culturales asumidas y valoradas como propias. Dos, que existen personas y grupos diferentes a nosotros con quienes tenemos la necesidad o la voluntad de establecer contacto. Encontrar espacios comunes entre lo que consideramos nuestra cultura y la de esas otras personas es reconocer la interculturalidad; también lo es el considerar que esas personas y sus prácticas distintas merecen tanto respeto como las nuestras (Unesco, 2005).

Para hablar de interculturalidad es importante considerar, por un lado, nuestras identidades culturales como identidades sociales y, por otro, la forma en que concebimos nuestras relaciones con “lo otro”.

En el primer caso, se trata de tener en cuenta las identidades vinculadas con nuestros grupos de pertenencia (ser magallaneras, petareñas, bailarines, entre otras), a partir de prácticas que sentimos parte de nuestra cultura (ver béisbol, comer arepas, bailar salsa, por ejemplo). Esas costumbres podemos asociarlas al lugar al que pertenecemos, al sentirnos parte de una cultura o al pasado colectivo que consideramos nuestro.

Ahora bien, no se trata de buscar lo exótico y lo folclorizado como diferencia excluyente, sino de ubicar lo que culturalmente deseamos exponer a otras personas para intercambiar con ellas y conectarnos (Torres, 2000).

LA CULTURA ES DE VERDAD

Lo cultural, en su sentido ideológico, se refiere a los aspectos de nuestra cultura que sentimos incondicionalmente valiosos y dignos de ser preservados (García Sierra, 1999). En las relaciones que establecemos con personas ajenas al nosotros, hay aspectos que vienen mas a cuento que otros; pero cada uno de ellos evidencia valores, código ético y modos de pensar que brindan soporte a la vida en común.

Esto no quiere decir que nuestras prácticas culturales sean siempre las mismas. Las personas cambian y cambian su posición frente a los grupos dentro de los que se reconocen, lo cual no significa que dejen de reconocerse como integrantes del grupo o que otros no los reconozcan como tales. Mas bien quiere decir que, como parte de un colectivo, conocemos nuestras maneras de ser y hacer y, en el intercambio con otros grupos, eso nos ofrece posibilidades de enfrentar los retos que nos plantea el estar con lo distinto, convivir, relacionarnos.

Desde siempre, los pueblos (o ciudades, comunidades, grupos) crean, atesoran y mantienen costumbres que trascienden las generaciones con una carga de fascinación para quienes no las vieron nacer.

Es común pensar que las personas mayores son las portadoras de la memoria colectiva y que las manifestaciones culturales que conforman vivencias teñidas de afectos, miedos, esperanzas y aprendizajes de los pueblos son espacios reservados para ellas. Pero las prácticas culturales valoradas como propias no son exclusivas de quienes tienen mas edad.

La movilización de las capacidades creativas, de las memorias y los olvidos para comprender cómo funcionamos en estos tiempos de intersección con lo ajeno es también intención y oportunidad de las y los mas jóvenes (García Canclini, 2005). Las relaciones interculturales se dan desde el momento en el que nos sentimos parte de un grupo y nos relacionamos con otro que identificamos como distinto; siempre y cuando el respeto mutuo esté presente en cada contacto.

RESPETO POR LAS DIFERENCIAS

No basta con dar estatus de respeto formal a las identidades culturales de otros pueblos o a identidades culturales emergentes; es preciso garantizar el ejercicio y la convivencia digna de esas identidades.

Para ello, se recurre desde el Estado a establecer políticas que, en el mundo de los derechos humanos, se reconocen abiertamente como políticas de acción afirmativa o de discriminación positiva. Éstas se constituyen como medios y/o medidas que facilitan ese intercambio a culturas marginales o emergentes, subyugadas históricamente por una cultura hegemónica y universalizante que ha impedido la interculturalidad en los términos que hemos venido planteando.

García Canclini, N. (2005). Definiciones en transición. En Mato (coord.) Cultura, política y sociedad Perspectivas latinoamericanas (pp. 69-81). Buenos Aires: Clacso.

García Sierra, P. (1999). Diccionario filosófico. Manual de materialismo filosófico, una introducción analítica. [En línea] Oviedo: Biblioteca filosofía en español. Disponible: http://www.filosofia.org/filomat/df424.htm [consulta: 2004, diciembre, 05]

Torres, F. (2000). Identidades en tiempos posmodernos. En Quintero M. P. (coord.) Identidad y Alteridades, Fascículo 10. Mérida: Avepso.

Unesco (2005) Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales. París: Autor.

I/Edgar Vargas