Jineth BedoyaI: “Que por primera vez Colombia vaya a ser juzgada por crímenes de violencia sexual es un triunfo”

La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH) juzgará al Estado de Colombia por el caso de la periodista colombiana Jineth Bedoya (Bogotá, 1974), secuestrada y violada hace 19 años cuando realizaba una investigación sobre el tráfico de armas en una cárcel de Bogotá.

Bedoya, subdirectora del diario El Tiempo, compagina su labor de reportera con el activismo y es hoy una de las caras internacionales contra la violencia sexual contra las mujeres. A pesar del horror que sufrió y de un posterior secuestro, sigue amenazada. Sus continuas denuncias la ponen en la diana y hoy vive y se mueve en su país con siete escoltas. Público habló con ella.

¿Qué supone que la Corte Interamericana de DDHH juzgue al Estado colombiano por su secuestro, torturas y violación?

Llegar a la Corte Interamericana para que el Estado colombiano sea juzgado por todo lo que me ocurrió el 25 de mayo del 2000 es un gran triunfo y es histórico para las mujeres en Colombia. Para las que hemos tenido que afrontar violencia sexual y para las mujeres periodistas que hemos vivido violencia de género ejerciendo nuestro trabajo en medio del conflicto armado.

Pero además es una luz muy grande de esperanza de que sí va a haber justicia y de que la verdad de no solo lo que me ocurrió a mí, sino lo que rodeaba en ese momento al país. Hablo de corrupción, del manejo por parte del narcotráfico, del paramilitarismo y de la guerrilla en una asociación ilegal con integrantes de la fuerza publica.

Es usted la primera víctima que lleva la violencia sexual en Colombia ante un Tribunal internacional.

Efectivamente soy la primera víctima que lleva la violencia sexual cometida en Colombia ante un tribunal internacional y esto es histórico. Por primera vez Colombia va a ser juzgada por crímenes de violencia sexual en el marco de un conflicto armado, un acto que es un crimen de guerra y de lesa humanidad. Y es importante porque en Colombia, el delito que más impunidad tiene es el de la violencia sexual dentro del conflicto armado, que llega al 98%. Se abre una puerta muy grande para se dé justicia en los tribunales internacionales.

¡Hablamos de unos hechos que ocurrieron hace casi 20 años! Sobre los que hay sentencia reciente para dos paramilitares, pero hay más… y mucha impunidad.

En mi caso hay tres personas que están condenadas de cerca de 27 que están mencionados en el proceso judicial. Los tres condenados son paramilitares. Son dos de los autores materiales y un tercero que permitió o facilitó que yo asistiera a una cita, una trampa, para que me secuestraran. Las dos últimas condenas salieron hace apenas dos meses.

Pero lo paradójico es que aunque están mencionados en el proceso, oficialmente, los actores intelectuales aún no han sido investigados ni judicializados. Y entre esos autores hay integrantes de la policía colombiana y del Ejército. Esa tal vez ha sido la mayor responsabilidad del Estado colombiano: no investigar esa línea.

El diario ‘Tiempo’ titulaba: «He sido la investigadora de mi propio crimen». ¿A qué se refiere?

Cuando aseguró que yo he sido la investigadora de mi propio crimen es porque es así. Eso se lo manifesté en una carta a la Comisión Interamericana. Les decía que el Estado colombiano no tienen nada de lo que vanagloriarse ni atribuirse por haber logrado las únicas condenas que existen por el crimen del que fui víctima.

Yo fui la persona que durante estos 19 años recopiló todas las pruebas e hizo la investigación con el apoyo incansable de los abogados de la Fundación para la Libertad de prensa.

¿Ha sido la Justicia colombiana patriarcal con su caso? ¿Y con los casos de las otras tantas miles de mujeres víctimas de violencia sexual?

Indudablemente sí. Sigo considerando que si no hubiese sido Jineth Bedoya, sino Pedro Pérez, a Pedro Pérez le habrían dado un tiro. A mí me tuvieron que torturar y violarme por el hecho de ser mujer, porque eso se sigue considerando como un escarmiento. Y en la Justicia no ha sido diferente: se manejó de una forma totalmente patriarcal. Tengo que mencionar los primeros años de investigación donde el propio fiscal argumentaba que si yo sabía que corría peligro yendo a hacer un trabajo periodístico a una cárcel, para qué lo hacía; que las mujeres no deberían hacer investigación a una cárcel. Se dijo que seguramente yo tenía alguna relación sentimental con algún guerrillero y que seguramente por eso habían organizado violarme. Se dijo que era muy difícil que todo lo que yo narraba de la violación pudiera ser cierto porque las mujeres en estado de emocionalidad perdemos el sentido y el raciocinio, y que por lo tanto no era tan creíble.

Y lo mismo durante las audiencias: se me revictimizó y me hicieron contar 12 veces mi violación, la última frente a mis verdugos.

¿Es posible dimensionar el número de mujeres que han sido víctimas de la violencia sexual durante la guerra en Colombia?

La Unidad de Víctimas dice tener 27.000 casos de violencia sexual registrados pero mis investigaciones y las de otras organizaciones nos hablan de que pueden ser unas dos millones de mujeres violentadas sexualmente.

En mayo, el 25, se cumplirán 20 años de aquel crimen contra usted. Tengo entendido que quiere hacer ruido. ¿Qué está pensando?

Quiero sentar un precedente para la prensa internacional para las mujeres periodistas del mundo. Quiero organizar un acto de memoria que no se centre solo en Jineth Bedoya, sino en las mujeres periodistas de todo el mundo que tienen que afrontar su trabajo de una forma muy diferente a la de un hombre. Quiero hacer un homenaje a todas las mujeres corresponsales de guerra que han tenido que padecer abuso, acoso, violencia, estigmatización en medio de su trabajo. Porque eso fue lo que me ocurrió a mí. Es un día para recordarlas a todas. La violencia sexual es uno de los peores crímenes que existen en la humanidad.

Porque usted sigue con la campaña #NoEsHoraDeCallar para que las mujeres denuncien los abusos sexuales, ¿verdad?

Sí, porque cada vez que nos silenciamos, estamos beneficiando a nuestros verdugos; cada vez que guardamos silencio, le estamos dando el poder a quien nos violenta; cada vez que callamos frente a la violencia de género estamos empoderando a ese que nos hace daño. Hay que hablar. Levantar la voz, nos permite liberarnos y evitar que a alguien más le pase. Todos y todas tenemos que levantar la voz contra la violencia sexual. No denunciarla es ser cómplice de esa sedicia y esa barbarie que significa el abuso sexual.

F/Publico.es
F/Cortesía El Tiempo