Columna La Canalla Mediática|El juego revolucionado (Opinión)

En los noventa, para un niño o niña pobre ir a un parque relativamente digno era un premio ocasional, e incluso un sueño lejano.

Estaban lejos, eran pocos o eran caros. Para acceder a algunos parques había que pagar. Otros te obligaban a consumir porquería para ganarte el derecho a usarlos. No había muchas más opciones: los diminutos parques de las escuelas, y los pocos que había públicos y cercanos, eran peligrosos armatostes oxidados, llenos de monte picoso que llegaba a las rodillas (cuando poco), y muchas veces tuve que hacer amargas colas para poder montarme en el único columpio que, si uno se sentaba con cuidado de no tasajearse la nalga izquierda con el tornillo saliente, se mecía fino.

Las plazas y otros parques más grandes eran sucursal de la drogadicción y la miseria. Era normal sentir miedo de pisarlos.

Entonces, hoy uno camina por Caracas y gran parte del país y se tropieza a cada rato con un subibaja, una rueda, una caminadora… pero también con muchos lectores de prensa ultraderechista a quienes les parece que los diarios de la Revolución son “pura jaladera de mecate al gobierno” porque se cuentan noticias como la recuperación de espacios como esos.

“Se han instalado yonosecuantosmiles de parques biosaludables en todo el país”, leen, y se enfurruñan. Para ellos eso es poquita cosa, no es noticia.

No se puede ser solidario con lo que no se ha sufrido, pero se puede disfrutar en carne propia el goce ajeno, cuando otros hoy pueden acceder a privilegios que uno no tuvo.

En Revolución niños y niñas volvieron a las calles, ya no es para trabajar oler pega o pedir dinero, sino para el juego y la risa. Esa es tremenda noticia.

T/Malú Rengifo
malurenjifo@gmail.com