Justicia imperial

A DESALAMBRAR

POR: ANA CRISTINA BRACHO

_______________________________________________________________________

Si un ejercicio es negado desde el primer día a un estudiante de Derecho es la posibilidad de imaginar una sociedad en la que no haya un orden, una manera de distribuir los bienes necesarios para la vida y una autoridad que determine quién tiene la razón. El derecho, entonces, es presentado como parte esencial de la sociedad. Con esa idea se construirá una manera acrítica de pensar las normas que se alimentará fuertemente de ideas dominantes que nos harán creer que en otros países las leyes duran mucho y, además, se cumplen.

El Derecho Internacional no escapa a ello. Ha existido siempre o al menos desde las primeras ciudades-Estado, allá en los tiempos de la Mesopotamia asiática y nos los presentan envuelto en mitos según los cuales es una vía neutra para un mejor mundo. Esto como si el Derecho Internacional no hubiese convivido toda la vida con la guerra, el colonialismo y las violaciones masivas de los derechos de los pueblos.

Un momento cumbre para la construcción de esa idea ocurre durante los años 90, cuando además tenía fuerza el discurso del fin de la historia y los neoliberales sentían que habían ganado cómodamente y para siempre la pelea. Fue en ese clima que se empezó a discutir crear un sistema de justicia que pudiera romper las contenciones que tradicionalmente han existido: debían existir delitos universales y sobre todo una justicia universal.

El mundo contaría entonces con un árbitro que debería lograr que la democracia, la autodeterminación de los pueblos y los derechos humanos dejasen de ser privilegios para convertirse en el régimen general de todos los países.

Esto no fue tan solo que nunca fue sino que los pasos que se dieron se borraron rápidamente. Tan rápido como si hubiesen reposado en la arena mas próxima al mar, pues nunca se logró que los tribunales tuvieran el poder de conocer sobre todo el mundo ni tampoco interés en todos los países sobre los que pueden juzgar.

Estados Unidos que había, bajo la Administración Clinton, puesto su firma en el Estatuto de Roma la levantó tan pronto George W. Bush quiso vengar, por todas las partes del mundo, lo ocurrido en 11 de septiembre de 2001 y así, tras 20 años que ese documento fuera la gran promesa esa Corte Penal Internacional tiene tan solo 10 casos abiertos.

¡Eso debe ser un récord de retardo procesal! ¿O es que tan solo han ocurrido en 20 años 10 casos graves contra los Derechos Humanos? De los cuales salvo por Georgia –que es un antiguo país de la URSS de menos de cinco millones de habitantes– todos los casos han sido exámenes de situaciones ocurridas en África. Por lo que, con justicia, algunos historiadores y abogados empiezan a pensar que allí no solo huele a azufre sino a racismo.

Ahora la CPI tiene otros 10 casos que están en fase preliminar en la que como novedad están Ucrania y dos países latinoamericanos: Colombia y Venezuela. Esta situación deseada por algunos desde la llegada del comandante Hugo Chávez, al que denunciaron infinitas veces, se enmarca dentro del contexto general de ahogar la Revolución Bolivariana y nos exige estar ojo avizor de este nuevo fuego que se prendió.

@anicrisbracho
Caracas