Karen Uhlenbeck, primera mujer en ganar el ‘Nobel’ de matemáticas

La estadounidense Karen Keskulla Uhlenbeck se ha convertido este martes en la primera mujer en ganar el Premio Abel, considerado el Premio Nobel de las matemáticas, en la década y media de historia del galardón.

La Academia Noruega de las Ciencias y las Letras ha otorgado esta distinción a Uhlenbeck, de 76 años, por sus «logros pioneros» sobre ecuaciones diferenciales parciales geométricas, la teoría de gauge y los sistemas integrables», así como por el «impacto fundamental» de su trabajo en temas de análisis, geometría y física matemática, según el fallo difundido en Oslo.

Las técnicas y métodos de análisis global desarrollados por Uhlenbeck forman parte «de la caja de herramientas de todo geómetra y analista» y su trabajo es la base también de los modelos geométricos contemporáneos aplicados en matemática y en física. «Sus teorías han revolucionado nuestro modo de entender las superficies mínimas, como la formada por las burbujas de jabón y los problemas de minimización generales en dimensiones más altas», ha explicado el presidente del comité, Hans Munthe-Kaas.

Durante el anuncio del premio, desde el comité encargado de elegir cada año al ganador, compuesto por cinco matemáticos reconocidos internacionalmente, han señalado a la matemática como inspiradora de vocaciones, «un modelo a emular» por otras niñas y «una firme defensora de la igualdad de género en el mundo de las Ciencias y las Matemáticas».

«Me dijeron que nadie contrataba a mujeres»

Nacida en Cleveland, Ohio, en 1942, Karen Uhlenbeck se graduó en la Universidad de Michigan y se doctoró en la de Brandeis. Aunque fue en la Universidad de Chicago, en la década de 1980, donde se convirtió en un referente internacional.

Sobre su etapa universitaria, Uhlenbeck cuenta muchos episodios en el libro Journeys of Women in Science and Engineering, No Universal Constantpublicado en 1997.

De la Universidad de Michigan recuerda a tres doctoras en matemáticas, «un fenómeno en las tasas de éxito» que según ella se debía a que «las mujeres no eran enviadas a universidades caras y privadas» en aquel momento, «por lo que llegaron con programas de honores a lugares como Michigan». «Si hubiéramos sido hombres nuestros padres habrían desembolsado el dinero necesario para enviarnos a las escuelas de la Ivy League», asegura.

Tras pasar un año en el Instituto Courant de la Universidad de Nueva York y casarse con un bioquímico que estudiaba en Harvard, la matemática narra que se trasladó a Brandeis para cursar un posgrado. Allí, afirma que «había una tendencia a no ser amiga de otras mujeres», y que aunque tenía compañeras, no era amiga de ninguna porque «era evidente que no avanzarías en matemáticas si andabas con mujeres».

«Nos dijeron que no podíamos hacer matemáticas por ser mujeres (…) Me gustó hacer lo que no debía hacer, fue una especie de rebelión legítima. No había expectativas puestas en nosotras porque éramos mujeres, por lo que cualquier cosa que hiciéramos se consideraba un éxito», sentencia la galardonada con el Premio Abel en el libro antes citado.

En sus primeros pasos como matemática, terminados los estudios, Uhlenbeck cuenta que cuando buscaba un empleo, luego de dos trabajos temporales como profesora en el Instituto de Tecnología de Massachusetts y en la Universidad de Berkeley, le dijeron que «nadie contrataba a mujeres, porque las mujeres debían estar en casa y tener bebés», que «había reglas de nepotismo» y por ello, no podían contratarla.

«Hubiera preferido que fueran honestos (…) Quería ser valorada por mi trabajo como matemática, no por ser miembro de un grupo», explica en la obra de 1997. En la misma reflexiona sobre «el fenómeno del que nadie habla», de «quién está teniendo éxito realmente en las ciencias y la ingeniería»: «Hombres y mujeres nacidos en el extranjero. Intento hablar de esto con mis alumnos. En las grandes clases de estudiantes de ingeniería que enseño veo mucha diversidad: mujeres, hispanos, afroamericanos. Se puede hacer, no solo por hombres blancos y anglosajones».

En la actualidad, después de «luchar por poder enfrentar su propio éxito», como ella misma dice, es miembro de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias y de la Academia Nacional de Ciencias, está adscrita a la Universidad de Austin, es una de las fundadoras del análisis geométrico moderno, su perspectiva se ha implantado en las matemáticas y ha conducido a algunos de los avances más espectaculares en los últimos 40 años.

Este martes, la Academia de Ciencias y Letras de Noruega ha decidido concederle el Premio Abel 2019 que, junto a la Medalla Fields, es el galardón más importante en matemáticas que distingue la trayectoria de alguien que haya contribuido de forma decisiva en el avance de esta ciencia.

Uhlenbeck sucede así en el palmarés del premio al canadiense Robert P. Langlands, distinguido el año pasado «por su programa visionario que conecta las teorías de la representación y de los números», y se convierte en la primera mujer en recibir el premio luego de que lo hicieran antes 19 hombres.

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