Hoy se cumplen 50 años de su asunción a la Presidencia de Estados Unidos|Kennedy fue la cara amigable de la guerra contra los pueblos de Nuestra América

Cuando John Fitzgerald Kennedy (JFK) tomó posesión de la Presidencia de Estados Unidos, el 20 de enero de 1961, le ofreció a América Latina una “pacífica revolución de esperanzas” que ayudaría “a los hombres libres y los gobiernos libres a despojarse de las cadenas de la pobreza”. Y para lograrlo, prometió “convertir nuestras buenas palabras en buenos hechos mediante una nueva Alianza para el Progreso”.

Así se inició un ambicioso plan de inversión social y económica y de asistencia técnica y financiera que -según lo afirma el Departamento de Estado de EEUU en su página web- tenía por meta “eliminar el paternalismo (…) de Estados Unidos hacia la región”. Lo que no le impidió a JFK proponerles a las que llamó “hermanas repúblicas allende nuestra frontera meridional” reformas sustanciales en sus instituciones. En otras palabras, la ayuda de 20 mil millones de dólares que la nueva administración yanqui se comprometía a entregar a los países del continente estaba sujeta a que los gobiernos locales acogieran planes “de desarrollo” concebidos en la Casa Blanca, entre otros, reformas agrarias y tributarias.

Puede sonar paradójico que el impulso de medidas como la “reforma agraria” -tradicionalmente asociada con la superación del latifundio- pudiera venir del centro de poder de un país que en no poca medida basaba su hegemonía en el monopolio de las transnacionales sobre las tierras de cultivo -y sus recursos- de Nuestra América. Pero “lo que Kennedy buscaba era imponer el asistencialismo para quitarle la base social a las guerrillas que comenzaban a consolidarse, especialmente en el medio rural”, sentencia el internacionalista José Egido.

En la década que siguió a la Segunda Guerra Mundial, “los estadounidenses se consolidaron como potencia hegemónica frente a Europa, y ahora incluso eran sus acreedores. Pero en 1960 entendieron que en ‘su traspatio’ estaba estallando una revolución. El ejemplo de Cuba había tenido un gran impacto en los movimientos progresistas latinoamericanos y en ese momento ya se había”, agrega Ejido.

AYUDA SOCIAL COMO TRAMPA

Kennedy estaba consciente de que las condiciones de miseria y explotación en las que vivían las masas campesinas de América Latina “era un terreno fértil para la insurrección, por eso se planteó una campaña de asistencia social en el campo. Pero eso era solamente la cara amigable de una dura política represiva y de contrainsurgencia”, apunta Ejido.

“Los estrategas estadounidenses habían estudiado a Mao Tse Tung, quien decía que “el guerrillero se mueve como pez en el agua. Entonces decidieron secar el agua, quitándoles el apoyo que podían tener entre los campesinos. Para eso recurrió a la política de la mano amiga de la Usaid (siglas en inglés de la Agencia de los EEUU para el Desarrollo Internacional)”, agrega, y apunta que el objetivo no era propiciar un cambio sino derrotar la lucha de los pueblos que intentaban liberarse, “por sus supuestos planes sociales se limitaban a ofrecer sacos de maíz a la gente que pasaba hambre, pero nunca un salario o un sistema de empleos”.

Las afirmaciones de Ejido son secundadas por el historiador Omar Salas, quien advierte que la Alianza para el Progreso (AP) tenía un objetivo público y uno oculto. “El objetivo manifiesto era la asistencia financiera y técnica, especialmente en el medio rural y en los barrios pobres. Esa asistencia de hecho se prestó y se realizaron obras en varios países”, explica.

El objetivo encubierto era aniquilar los movimientos revolucionarios y debilitar las organizaciones sociales campesinas y urbanas. “Públicamente, antes de buscar vías de fuerza, apuesta por la ‘asesoría’ a los estados para impulsar el desarrollo en la región. Pero esa asistencia es también ideológica”, señala Salas. Y acota que como el intento de invadir a Cuba en Bahía de Cochinos había fracasado, “era necesario frenar su influencia y aislarla”.

Carlos Franco, historiador, desataca que el impacto de la AP no fue el esperado. “No logró modificar las condiciones de vida de los campesinos ni frenó el auge de la insurgencia revolucionaria, por lo que después de la muerte de Kennedy (20-05-1963) EEUU retomó las políticas de acción directa que se tradujeron en golpes de Estado que se desencadenaron en el país”.

Sin embargo, no es del todo atinado decir que fue un fracaso, como lo advierte Ejido: “EEUU logró imponer un modelo económico bilateral que se basó en una industrialización dirigida a crear una falsa sustitución de importaciones. Se llevaban las materias primas, las procesaban y las traían transformadas en partes y piezas que eran ensambladas en América Latina. Frenaron la posible formación de una burguesía nacional para consolidar una burguesía compradora”.

Hoy se puede decir que en ese sentido, la visión de Kennedy no se perdió, pues en su discurso de toma de posesión, su promesa a las naciones de Nuestra América iba acompañada d este compromiso: “Sepan todos nuestros vecinos que nos sumaremos a ellos para oponernos a la agresión y la subversión en cualquier parte de las Américas. Y sepa cualquier otra potencia que este hemisferio se propone seguir siendo el amo de su propia casa”.

T/ Carlos Ortiz
F/ Archivo CO