La apuesta es el salario

Por: Ana Cristina Bracho

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El viernes en la mañana, dos muchachas discutían en el metro. Por primera vez en mucho tiempo, empezaban a considerar que tenía sentido preguntarse como quedaría su salario. Una quería saber si la otra ya conocía la nueva escala de profesionales y la otra intentaba saber cuántos petros le iban a corresponder por cestaticket. En la otra esquina dos señoras hablaban de que le había llegado el bono y había comprado carne. Las otras hacían la lista de las tiendas donde se habían dictado ajustes de precios. Había en ese metro, lleno de trabajadores, ganas de esperar la quincena y de caminar la calle.

La primera cosa, la más bonita, es que estamos volviendo a tiempos de esperanza. La gente empieza a imaginar que volverá a tener la capacidad de que su tiempo pueda convertirse en cosas porque al final, tiempo, esfuerzo y saber, es todo lo que los humanos aportamos cuando no tenemos medios de producción.

Esa esperanza venció el apocalipsis que de nuevo habían convocado soñando que Caracas volvería a arder desde Altamira hasta Los Teques. Luego, esa es la puerta de entrada para nuestra nueva historia. Las calles de Caracas olían a pueblo organizado. Uno que sabía que, bono y ajuste de precios mediante, podría comprar las cosas que durante estos últimos y largos años les han sido negadas: los zapatos de los muchachos, el kilogramo de jamón y quizás, alguno se compró un pedazo de chocolate.

Algunos comerciantes y empresarios, medianos y pequeños, que han pasado los últimos meses viendo como la soga se reventó porque llegaron los precios donde nadie puede comprar, incluso ellos no pudieron volver a llenar los anaqueles, se preguntan con duda pero también queriendo que la rueda vuelva a activarse. A ellos, hay que explicarles las cosas, llamarlos a una nueva hora donde ellos prestan un servicio y que tienen derecho a producir pero no a robar.

Por eso, esta bonita hora debe cuidarse y entender que los viejos zorros están aturdidos con las noticias que les llegaron por donde no las esperaban. Seguro más de uno pensaba que el Presidente se limitaría a subir un puñado de bolívares el salario y ellos lo iban a atajar de nuevo, con sus cínicas expresiones mientras ajustaban en el sistema operativo el precio de la cosa que no se tomarían el tiempo ni siquiera de volver a marcar.

Al plantear la recuperación vista desde el salario, el odio vuelve a ser un tema de clases y salen corriendo señores empleadores con sus deslucidos abogados y contadores a intentar darle la vuelta para ir a jornadas masivas de despedidos, para jugar al trabajo temporal que no engrosa prestaciones.

Quizás, a primera vista pensaríamos que ese es el contexto para desplegar las Inspectorías del Trabajo a hacer masivas supervisiones de los establecimientos pero no nos daríamos abasto, son demasiados los empleadores y sus empleados. Incluso, los que no están en las listas del Seguro Social. Por eso, debemos retornar a la idea de darle las herramientas de denuncia y defensa al trabajador para que individualmente o en Sindicatos y Consejos, la gente pueda defenderse a sí misma. ¿O es que al final, no somos los venezolanos maestros en el arte de que el pueblo se salva a sí mismo?

@anicrisbracho
Caracas