La fotografía y el cine nacional están de luto con la muerte de Joaquín Cortés

La lamentable noticia se conoció ayer por medio de las redes sociales. El realizador sufrió una complicación en la etapa posoperatoria correspondiente a una intervención quirúrgica en la cadera

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Este martes, en un momento cercano a las cinco de la mañana, dejó el plano terrenal el fotógrafo y cineasta Joaquín Cortés. Con su muerte se cierra una de las miradas más profundas y coherentes sobre las distintas realidades que le tocó vivir a lo largo de sus 80 años cumplidos en diciembre pasado, profundidad y coherencia evidente en los múltiples discursos expuestos en la amplia colección fotográfica y toda la filmografía que nos dejó como legado.

La muerte de Cortés, que se conoció por medio de las redes sociales, ocurrió por una complicación luego de una intervención quirúrgica de cadera y hasta el momento de escribir estas líneas no se difundieron los detalles sobre la liturgia correspondiente.

VENEZOLANO POR ELECCIÓN Y CONVICCIÓN

Aunque nació en Barcelona, España, Joaquín Cortés se reconocía como venezolano amante y doliente de este gentilicio. Llegó a su país adoptivo con su madre, Carmen Peteiro Sauquillo, cuando tenía 16 años de edad. Vino a Venezuela por decisión de su padrastro, un músico que estaba encantado con estas tierras.

Cortés llegó tarde al séptimo arte. Su puerta de entrada al mundo artístico fue el teatro, cuando estudió actuación en la Escuela Superior de Artes Escénicas Juana Sujo. Luego se instaló definitivamente en la fotografía, desde la década de los 60 del siglo pasado, luego de estudiar en la Escuela Técnica de Fotografía, estudios que amplió luego en en el New School for Social Research de Nueva York, donde sus maestros reconocieron en el él un talento apasionado y comprometido.

EL CINE: UN SUEÑO HECHO REALIDAD

En aquel entonces en Venezuela “el cine era un poco difícil porque antes no habían alternativas para hacer películas, no existían. La gente cree que todo el tiempo fue así como ahora, que ibas y presentabas un proyecto. A nadie le interesaba nada”, contó en una oportunidad al Correo del Orinoco.

Al momento de aquella conversación Joaquín Cortés recordó su sorpresa cuando vio la primera obra cinematográfica del maestro Román Chalbaud. “No podía creer que se hubiera hecho una película”, rememoró.

Una gran ciudad fue su primer documental, a principios de los años setenta, a la que le siguieron más de una docena de obras entre las que destacan Sorte (1977), El domador (1978), Hombres de arena (2010) Un bongo remonta en el Arauca (2011), Mujeres de oro (2012) y Encuentro con el pueblo wayúu¨ (2008), entre otras.

No obstante, su mayor pasión pareció ser la fotografía, principalmente de corte documental. Su trabajo fotográfico se ha mostrado en Venezuela, España, Estados Unidos y Cuba, entre otros países, por medio de más de dos docenas de exposiciones, la mayoría de ellas individuales.

LO QUE TE ENCUENTRAS

Luego de una dilatada trayectoria, en el período 2008-2010 recibió el Premio Nacional de Cultura, mención Fotografía. En aquel momento, durante una breve conversación con el Correo del Orinoco antes de recibir el reconocimiento, definió su trayectoria de esta maner: «Como un caminar. Nunca he estado apresurado, siempre he hecho las cosas por el deseo de cumplir con un anhelo, un propósito, pero nunca buscando realmente algo desesperadamente, por eso digo que voy caminando y llegamos hasta acá, más que buscando, encontrando».

En ese mismo evento, como sugerencia a las nuevas generaciones, comentó: «Siempre hay decepciones y fracasos, de eso se aprende y no dura mucho. No hay que desesperar, uno puede tener un bajón, pero hay que esperar. El entusiasmo vuelve».

EL LLANO EN CANNES

Joaquín Cortés se autodefinía como como un amante de los llanos, idilio que comenzó en los años 60, luego de ver la película Llano adentro (1958), de Elia Marcelli. Por supuesto, también influyó en esa atracción la lectura de las obras de Rómulo Gallegos, de hecho, uno de sus últimos documentales toma por título la primera línea de Doña Bárbara: “Un bongo remonta el Arauca”.

Los paisajes capturados en el filme de Marcelli lo dejaron tan impresionado que quiso verificar si toda esa belleza era cierta y viajó hasta los llanos con una gran ilusión creada también por la obra literaria de Gallegos. “Cuando finalmente llegué, la realidad superó lo que había visto en la película y lo que me había imaginado”, admitió el fotógrafo y cineasta.

A partir de ese viaje, Joaquín Cortés desarrolló toda una línea de trabajo creativo que rindió muchos frutos como por ejemplo el docudrama de corta duración Caballo salvaje, que estuvo en la sección Una cierta mirada, del prestigioso Festival Internacional de Cine de Cannes en 1983, una de las principales vitrinas del séptimo arte internacional.

De ese idilio con los llanos venezolanos nació también el cortometraje El domador y los laureados documentales Un bongo remonta el Arauca y Hombres de arena, sin contar una larga lista de exposiciones entre las que se cuentan Llano recio, una propuesta inaugurada alrededor de 2015 que Cortés quiso transformar en un libro.

CON LAS LETRAS

Joaquín Cortés no solo dejó un valioso legado con su filmografía y sus fotografías, que en muy buena medida exponen y reafirman nuestra identidad como país, sino que además dejó obra escrita en un fragmento de la cual teorizó sobre el séptimo arte, específicamente en el título El cine documental, ¿una ficción?, en el cual comparte con el público aspectos importantes de su experiencia de más de 40 años como cineasta.

A lo largo del proceso de su documental Mujeres de oro, Cortés sufrió un infarto. La interpretación de esto fue que sus capacidades físicas ya no le permitían expresarse por medio del séptimo arte. Entonces optó por intentar con la literatura, un medio que, a su juicio le permitía crear a partir de la nada. Lamentablemente no vivió para mostrar al público su trabajo literario.

Mientras tanto, para nosotros sus imágenes y aportes a la fotografía y cinematografía venezolana serán la mejor manera de recordarlo.

T/Luis Jesús González Cova
F/Archivo CO