La historia es siempre cíclica en «Animal político»

Dentro de una oleada de textos de carácter histórico político que se vienen montando en las tablas venezolanas en los últimos tiempos, «Anímal político», original de Jesús Farías, está haciendo reflexionar mucho al espectador que se sumerge en esta obra de apenas una hora de duración.

Basado en hechos reales, el relato nos centra en un encuentro en Nueva York a finales de 1948 entre el tumbado presidente Isaías Medina Angarita y Laureano Vallenilla Lanz, futuro asesor ideológico del dictador Marcos Pérez Jiménez. Una reunión donde entre líneas ambos sueltan mucho de su forma de ver el poder, aparte de realizar muchas comparaciones con nuestra historia política latinoamericana, hace que estos protagonistas de nuestra historia en el pasado siglo, muestren que todo es posible «en la asquerosa política».

La pieza obtuvo el II Premio de Dramaturgia Trasnocho y actualmente con la dirección de Rafael Barazarte se presenta en la Sala Plural del Trasnocho de Caracas, los viernes a las 5:00 pm, mientras sábados y domingos está a las cuatro de la tarde. Lo que es una realidad es que en este trabajo el texto es lo esencial, por lo que las actuaciones tienen que ser convincentes, tal como lo consiguen Juan Carlos Ogando y Germán Anzola.

Juan Carlos Ogando, quien interpreta a Medina Angarita destacó que «el teatro sigue siendo una referencia, porque se dicen cosas que no nos gustan. Es interesante que el teatro venezolano trate la historia para que ver pasó y que podemos hacer para no repetir los errores. Esta oleada de teatro histórico es una forma de reencontrarnos. Y además este texto de `Animal político` nos pega de frente, porque nos muestra que la historia es muy cíclica. Todo lo que dicen estos personajes en esa época, tu les cambia los nombres y pareciera que estuvieras diciéndolo esta misma tarde. O la historia es cíclica o cometemos los mismos errores. Por eso esta obra impacta a la gente. Estamos hablando de algo que pasó en 1948, pero las palabras resuenan en este 2019. Esto es lo que me conmueve, pero a la vez me angustia, me arrecha. La obra nos pone frente a la nariz que somos gente repetitiva una y otra vez como sociedad, que no aprendemos de nuestros propios errores».

Cuando se le inquirió sobre si Medina conspiró o no contra Gallegos, fue muy cauteloso: «Él aunque no conspiró directamente por estar enfermo, busca a Vallenilla Lanz y lo marea. Esta conversación existió, fue real. La deja anotada Vallenilla en un libro. Aunque es una especulación mía, la conspiración de Medina era porque quería regresar a Venezuela. Y tal como estaban las cosas no podía hacerlo. Quería morir en Venezuela. No tenía sentimientos de venganza y sinceramente fue el más civilista de nuestros militares en el poder. Yo no soy partidario de los militares en el poder, porque ellos están para otras cosas. Yo soy más de buscar al gerente, el que arma equipos, que trabaja en pos de un desarrollo y donde el bienestar de cada individuo es lo que lo inspira».

Por su parte, Germán Anzola interpreta a Vallenilla Lanz: «Lo que más me llamó la atención es que la historia es cíclica. Mi personaje vino a jugar el mismo papel con Pérez Jiménez, que el que jugó su padre con Juan Vicente Gómez. Aparentemente es un tipo de principios y lo interesante es que todo lo que él critica lo hace. Esa arrogancia por su apellido, donde dice defender la democracia, pero él ayudó a montar en el poder a Pérez Jiménez y a mantenerlo. El fue el poder intelectual que estaba detrás del dictador y eso pasa con todos los dictadores: siempre tienen unos intelectuales que los montan, aunque muchos no siguen porque se dan cuenta que han creado un monstruo. Sin embargo, hay otros que siguen hasta el final como Vallenilla, quien estuvo con Pérez Jiménez hasta su caída».

Anzola considera que «los polìticos se forman con unos principios maravillosos como los abogados o todos los que estudian una carrera humanista que influye directamente en la sociedad por su manera de pensar. Sin embargo, los sistemas políticos son bellos en el papel, pero cuando los tienes que poner en práctica, vienen el dinero, las cuotas de poder, los intereses de otros. Tú no llegas como presidente de un país con una manera ingenua de pensar, el que quiere hacer las cosas bien sin dejar presionarse por nadie. En la realidad eso no es así, porque siempre alguien te monta ahí, sean empresarios, otros políticos o diversas personas. Para satisfacer a todo el mundo, al final tu tienes que ceder en muchas cosas, en especial en tus principios».

T/Eduardo Chapellín
F/Cortesía RB